Thatcher, preocupada por encontrar un peluquero en vísperas de la revolución iraní

EFE

INTERNACIONAL

Mientras millones de iraníes se preparaban para la inminente revolución en 1978, el embajador británico tenía asuntos más urgentes de que ocuparse: el peinado de la líder conservadora.

10 feb 2009 . Actualizado a las 18:20 h.

Mientras millones de iraníes se preparaban para la inminente revolución del ayatolá Jomeini y la calle hervía en Teherán, el embajador británico en esa ciudad tenía asuntos más urgentes de que ocuparse: el peinado de la líder conservadora Margaret Thatcher.

No sin ironía comenta así hoy el diario «The Times» el desconocimiento de la diplomacia y los servicios de información del Reino Unido de lo que se cocía en Irán, al describir el asunto del que tuvo que ocuparse el embajador para complacer a la entonces líder de la oposición, que se disponía a visitar la Persia del Sha en la primavera de 1978.

Thatcher, todavía líder de la oposición, pidió al representante del Gobierno de su Majestad, Sir Anthony Parsons, que le buscase un «buen peluquero local» y que trajese unos rulos especiales que necesitaba para su peinado favorito.

Según los documentos desclasificados ahora y publicados por ese diario, el embajador, que era amigo personal del Sha Reza Pahlevi, aseguró a su Gobierno que ése no iba a ser derrocado.

En 1977, recuerda ahora «The Times», este país exportó a Irán mercancías por valor de 600 millones de libras, mientras que Persia suministró un 14 por ciento del petróleo consumido por el Reino Unido.

Proyectos de cooperación militar por más de mil millones de libras estaban ya en marcha o a punto de iniciarse cuando el Gobierno preguntó a su embajador en Teherán si podía garantizar la seguridad de esas inversiones.

En un mensaje secreto al Ministerio británico de Asuntos Exteriores, fechado el 10 de mayo de 1978, el embajador escribe: «Creo que no hay riesgo grave de derrocamiento del régimen mientras el Sha esté al timón».

Poco tiempo antes, el mismo Sir Anthony había enviado otro telegrama a su Gobierno en el que afirmaba: «No hay apenas muestras de descontento entre los pobres de las ciudades».

Según señala el periódico, algún funcionario del Foreign Office anotó, aparentemente sin ironía, al margen: «Un telegrama muy perspicaz».

Esos documentos, publicados tras expirar un embargo de treinta años, muestran que el embajador británico era íntimo amigo del Sha y alguien en quien éste confiaba plenamente.

El embajador pidió varias veces al entonces primer ministro, el laborista James Callaghan, que reiterase el apoyo de su Gobierno al régimen iraní, pues las alternativas, «el caos o un golpe militar, serían peores».

Sólo cuando un informe del Comité Conjunto de Inteligencia advirtió de la amenaza que el descontento civil representaba para las instalaciones militares británicas en Irán, comprendió el Gobierno de Londres que el trono persa estaba en peligro.

Sir Anthony Parsons, que, tras servir como embajador en Irán entre 1974 y 1979, representó a su país en la ONU durante el conflicto de las Malvinas con Argentina, admitiría más tarde que debió de haberse dado cuenta antes de la creciente oposición al régimen del Sha.