Israel entierra a sus soldados y Hezbolá sigue con la celebración

DPA

INTERNACIONAL

18 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Israel celebró ayer multitudinarios funerales por los dos soldados muertos, que recibió dentro del canje de prisioneros con Hezbolá, mientras la milicia libanesa continuaba celebrando su victoria por segundo día consecutivo.

En las ceremonias celebradas en Haifa y Nahariya, los reservistas Eldad Regev y Ehud Goldwasser fueron sepultados con honores militares ante miles de amigos, familiares, compañeros del Ejército y miembros del Gobierno. «Terminan dos años de incertidumbre y de dolor. Esperábamos recuperarlos con vida», dijo el ministro de Defensa, Ehud Barak, que asistió a los funerales de ambos. Barak prometió que Israel seguirá haciendo en el futuro todo lo posible para traer a los soldados a casa.

Goldwasser y Regev fueron secuestrados mientras patrullaban en la frontera con el Líbano. Según las primeras investigaciones, murieron inmediatamente después de su captura como consecuencia de heridas de bala que presentaban en el pecho y en la cabeza. Su secuestro llevó a Israel a lanzar la guerra contra Hezbolá en el verano del 2006.

Por su parte, en una marcha triunfal, esta organización trasladó desde la frontera a Beirut los restos de 199 libaneses y palestinos entregados por Israel en el marco del canje. Los ataúdes estaban cubiertos con las banderas libanesa y de Hezbolá. Miles de seguidores y de simpatizantes de la milicia acompañaron el desfile y lanzaron granos de arroz y pétalos de rosa sobre los féretros.

«Los mártires de la victoria», podía leerse en un cartel sobre uno de los camiones, que llevaban carteles del fallecido jefe militar de Hezbolá, Imad Mughniyah, que supuestamente planeó el ataque en el que fueron secuestrados Regev y Goldwasser. Fue asesinado en Damasco y Hezbolá responsabiliza a Israel, aunque Tel Aviv rechaza cualquier implicación.

La viuda de Goldwasser, que en los últimos dos años trató de promover un intercambio de prisioneros con Hezbolá, rompió varias veces en lágrimas. «Hubo momentos en los que esperaba despertar y que todo hubiera sido una pesadilla», dijo. «Aquella mañana no pensamos que nos veríamos por última vez. El abrazo fue cálido, como siempre. El beso fue cariñoso, pero apurado».