Sarkozy trata de arrinconar el pasado colonial durante su visita a Argelia

Efe

INTERNACIONAL

El presidente francés ha centrado el viaje en en el presente y un futuro de amistad entre ambos países.

05 dic 2007 . Actualizado a las 19:11 h.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha concluido hoy en la ciudad de Constantina su visita de Estado a Argelia, en la que se esforzó por arrinconar el conflictivo pasado colonial. El viaje a Argelia comenzó en un ambiente de tensión creada por las declaraciones formuladas la semana pasada por el ministro argelino de Excombatientes, Mohamed Cherif Abbas, quien indicó que el presidente francés «había sido elegido por el apoyo del lobby judío».

La visita estuvo a punto de zozobrar por ello, pero se salvó en última instancia por una entrevista telefónica entre Sarkozy y el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, quien le aseguró que las declaraciones de Abbas no reflejaban la posición oficial de Argelia y le hizo hincapié en que sería recibido «como un amigo».

Sarkozy, que no pertenece a la generación que participó en la guerra de Argelia (1954-1962), puso su empeño en varias ocasiones en dejar el pasado a los historiadores y centrarse en el presente y un futuro de amistad entre ambos países. Argelia, que sigue insistiendo en que Francia debe mostrar su «arrepentimiento» por su etapa colonial en este país, aprobó con cautela las palabras de Sarkozy sobre la injusticia y el carácter imperdonable de esa época, aunque lo formuló en términos generales.

Muchas menos reticencias suscitó el tramo económico de la visita, que abarcó la firma de una serie de acuerdos comerciales por un valor superior a los 5.000 millones de dólares en materia de energía y transporte, esencialmente. Los acuerdos incluyen la construcción de un complejo petroquímico en la región de Arzew (oeste) a cargo de la firma Total con una inversión de 3.000 millones de dólares, y la de una central eléctrica de ciclo combinado ubicada en Terga, unos 600 kilómetros al oeste de la capital argelina. Un consorcio formado por la francesa Alstom y la egipcia Orascom construirán la central por 1.300 millones de euros, de los que 800 corresponde a la primera empresa, a la que incumbe entregar los equipos.

Lo más destacado, sin embargo, no fueron estos acuerdos comerciales, sino el anuncio de que Francia va a ayudar a Argelia a montar una completa industria nuclear para uso civil. Según los datos ofrecidos por la delegación francesa, París transferirá la tecnología necesaria para el uso de la energía nuclear civil, así como la formación y producción de electricidad y la explotación de los yacimientos de uranio existentes en el sur del país.

Sarkozy respondió de este modo a las dos peticiones que le hizo Buteflika: ayudar a Argelia a entrar en el club de los países emergentes y sostenerla para preparar el relevo por otras energías alternativas, una vez que se agoten las reservas de petróleo y gas natural.

Atrás ha quedado el gran proyecto de un Tratado de Amistad y Cooperación en el que estuvieron trabajando durante años Buteflika y el antecesor de Sarkozy, Jacques Chirac, pero que no pudo salir a la luz por el voto del Parlamento galo en favor de un reconocimiento favorable a su pasado colonial. Aunque Chirac derogó ese texto, el proyecto se vino abajo y Sarkozy no sólo no lo ha rescatado, sino que ha dicho que la amistad «no tiene necesidad de escribirse en la piedra de los tratados».

El presidente francés respondió también de forma indirecta a las críticas del ministro Abás, al afirmar en dos ocasiones que combatirá con el mismo ahínco el antisemitismo y la islamofobia. En política exterior, Sarkozy pasó por alto toda referencia al conflicto del Sahara Occidental pero tuvo que oír a un Buteflika lleno de vigor cuando, en el discurso que pronunció ayer, martes, a los postres del banquete en honor del presidente francés, denunció «la injusta e ilegal ocupación extranjera» de ese territorio, en alusión a Marruecos.

En una conferencia dictada esta mañana en la Universidad Menturi de Constantina, Sarkozy se refirió al derecho de los palestinos de disponer de su Estado y al de Israel de vivir en paz con sus vecinos, lo que suscitó el aplauso del público, que fue más cálido aún cuando al término de su alocución dijo a su auditorio que podían sentirse orgullosos de ser musulmanes y argelinos.