La Casa Rosada se prepara para Cristina y su nuevo kirchnerismo

Arturo Lezcano

INTERNACIONAL

23 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

En mayo del 2003 una senadora seguía con atención la toma de posesión del nuevo presidente de Argentina desde un banco del Congreso. La imagen no tendría nada fuera de lo común de no ser porque presidente y senadora eran matrimonio. En un perfilado segundo plano, Cristina Fernández contemplaba con distancia formal lo que había soñado el matrimonio Kirchner desde su época de militancia política en la universidad, y que con muchas probabilidades tendrá continuación a partir de las inmediatas elecciones argentinas: un proyecto político de larga duración que ahora le abre la puerta de la presidencia del país a una mujer con un largo bagaje político iniciado en la provincia patagónica de Santa Cruz, siempre al lado de su marido.

Por eso, su empeño es el de administrar la herencia política de Néstor con retoques, según rezaba su eslogan de lanzamiento: «El cambio recién comienza». Con Cristina, se entiende, que es como se hace llamar la señora Fernández de Kirchner, criticada por haber llegado a candidata por designación directa de su marido.

Bajo las siglas del Frente para la Victoria juega a la continuidad con cambio, un equilibrio político que le da un dominio insultante en las encuestas. Las últimas en aparecer, el pasado domingo, a siete días de los comicios, apuntan una mayoría aplastante de la señora de Kirchner: hasta diez estudios demoscópicos le otorgan más del 40% y con más de 20 puntos sobre la segunda opción, Elisa Carrió, de la Coalición Cívica, por lo que según la ley electoral, Cristina se proclamaría presidenta sin pasar por una segunda vuelta.

El debate sobre la inseguridad

Eso sí, las encuestas fueron realizadas antes del triple asesinato de policías el fin de semana en La Plata, su ciudad de nacimiento. Si el debate por la inseguridad no consigue réditos, el domingo los Kirchner vivirán el final plácido a los tres meses transcurridos desde que se anunció que sería pingüina y no pingüino quien se presentaría a las elecciones.

En ese tiempo, Cristina ha atraído tantos flashes internacionales como críticas en su país. Entiende la oposición que sus continuos viajes (Estados Unidos, México, España, Alemania) han sido financiados con dinero público y que su rol superó al de primera dama. Desde luego, por lo visto en las reuniones con líderes, pero también en los mítines multitudinarios, sus escenarios preferidos, Cristina se ha asemejado más a una estadista que a una simple candidata a presidente, como si el sillón presidencial no le fuese ajeno.

Algo de eso hay, pero pocos pueden asegurar en qué grado las opiniones de la señora de Kirchner han pesado en la legislatura que termina. A la vista del programa que presenta, Cristina quiere hacer, desde un estilo arrollador, una versión remozada del kirchnerismo . Es decir, aprovechar aún más los generosos datos macroeconómicos ahondando en aquello que ha llevado al país, en palabras del propio presidente, «del infierno al purgatorio», pero sin sus tics más criticados.

La candidata promete remodelar el sistema que mide la inflación, intervenido por el Gobierno hace ocho meses y que ha provocado las mayores tormentas políticas y sociales del último año. Asegura también que Argentina incrementará aún más el superávit público, lo que provocará una reducción del gasto público y el temor a que desde el 2008 se congelen pensiones y salarios.