Alan García vuelve a asumir la presidencia de Perú, con promesas de austeridad

Robert Mur SERVICIO ESPECIAL

INTERNACIONAL

28 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

El socialdemócrata Alan García, de 57 años, asumió ayer la presidencia de Perú por segunda vez, en un acto celebrado en el Congreso de Lima, que contó con la presencia del príncipe Felipe y de nueve presidentes latinoamericanos, entre los que se encontraban el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, la chilena Michelle Bachelet y el boliviano Evo Morales. Uno de los ausentes fue el venezolano Hugo Chávez, quien durante la campaña electoral peruana tuvo varios enfrentamientos dialécticos con García y apoyó al rival de éste, el nacionalista Ollanta Humala. Tras colocarse él mismo la banda presidencial, García pronunció un largo discurso de hora y media y nada diplomático con la gestión de su predecesor, Alejandro Toledo, quien minutos antes se había despedido de los congresistas con unas palabras que cosecharon fuertes aplausos. «No hagan con él [Alan García] lo que hicieron conmigo», dijo Toledo, refiriéndose a los numerosos escándalos de corrupción que se le han atribuido. Sin embargo, García no devolvió el guiño a Toledo y habló de «catástrofe social» para referirse a la situación en que recibe el país, en alusión a los 13 millones de pobres peruanos. «Este Estado ha perdido ya la fe del pueblo», dijo el nuevo mandatario, sin hacer ninguna autocrítica a su propia responsabilidad, ya que García ya gobernó Perú entre 1985 y 1990, y dejó al país sumido en la hiperinflación, la quiebra económica y la guerra con Sendero Luminoso. García anunció decenas de propuestas de cambio para «reconstruir el sistema político». La más llamativa quizás fue el anuncio para reducir el sueldo a los cargos electos, empezando por el suyo y el de los diputados, quienes aplaudieron la medida. El presidente pasará de cobrar 11.000 euros a 4.000 euros. Todo el dinero ahorrado por este concepto se destinará «a los más pobres», a obras de electrificación rural y construcción de caminos vecinales. Austeridad es, pues, la palabra del proyecto de García. También se reducirán embajadas y se organizará una especie de central de compras del Estado para racionalizar costes y evitar la corrupción. Todo enfocado a reducir la pobreza, erradicar el analfabetismo, crear empleo y crecer económicamente más.