Una multitud participó con gran emoción en el funeral de Zoran Djindjic

Enrique Müller BERLÍN

INTERNACIONAL

Cientos de miles de serbios acompañaron el féretro del primer ministro asesinado por un sicario de la mafia La UE se comprometió a seguir apoyando la reforma de la República

15 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Por segunda vez en la historia reciente del país, la población de Belgrado salió a las calles para rendir un impresionante homenaje a un político muerto. Cientos de miles de personas se reunieron en los alrededores de la basílica San Sava y siguieron en silencio el armón de artillería que transportó hasta el nuevo cementerio de la ciudad el féretro que contenía los restos mortales de Zoran Djindjic, el primer ministro serbio asesinado el miércoles pasado por un francotirador, aparentemente, a sueldo de la mafia. Pero la impresionante muestra de solidaridad y respeto por la muerte de Djindjic que ofreció ayer la población de Belgrado, marca un capítulo diferente al que vivió la ciudad, en mayo de 1980, cuando murió el mariscal Tito, el fundador de la federación yugoslava. Con la muerte de Tito, se inició la larga y sangrienta agonía de Yugoslavia, que desapareció como país bajo la dictadura de Slobodan Milosevic. Los funerales de Djindjic, en cambio, pueden marcar el comienzo de la modernización definitiva del país, si los nuevos dirigentes políticos tienen el coraje de luchar contra las fuerzas ocultas que ordenaron su asesinato. Aunque las autoridades han señalado como responsables del crimen a los líderes del clan de Zemun, un peligroso grupo mafioso y ex jefes de la Seguridad del Estado de Milosevic, nadie sabe aún la verdadera dimensión del asesinato. Durante los funerales de ayer «la gente lloraba en silencio», señaló un periodista serbio, impresionado por la dimensión del homenaje que rindió la población al político asesinado. Homenaje De hecho, la impresionante despedida que rindió la capital serbia al político es una rara señal de solidaridad hacia una persona que no contaba con el apoyo popular a causa de las reformas económicas que había intentado poner en marcha. Pero la población de Belgrado entendió que el asesinato de Djindjic confrontó al país a un extraordinario desafío: romper definitivamente con el pasado de Milosevic o caer en manos de una camarilla igual o peor de peligrosa que la que gobernó Serbia durante la última década del siglo pasado. «Te prometemos que realizaremos tu sueño y el sueño de todos nosotros, que es una Serbia europea, democrática, eficaz y rica», prometió Zoran Zivkovic, vicepresidente del Partido Democrático, quien seguramente será elegido nuevo primer ministro y jefe del partido, ante el féretro. El mensaje que envió Yorgos Papandreu a la nación serbia fue elocuente. «El mundo seguirá apoyando las reformas en Serbia y los esfuerzos de hacer realidad tus sueños», dijo el primer ministro griego al despedirlo en nombre de las delegaciones extranjeras y de la UE. En representación de España acudió la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi.