Ochenta oficiales del Ejército han sido detenidos tras el golpe fallido en Venezuela

La Voz

INTERNACIONAL

Entre los arrestados figuran cinco altos jefes militares a los que se ha abierto expediente por rebelión A pesar de las buenas palabras y de la llamada a la conciliación nacional, Hugo Chávez afronta grandes problemas tras su derrocamiento y posterior regreso a la presidencia de Venezuela.

16 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo que más preocupa en Miraflores es la delicada situación en la que han quedado las Fuerzas Armadas tras el fallido golpe que hizo presidente por 42 horas al empresario Pedro Carmona. El hecho de que, hasta ahora, sean ochenta los oficiales detenidos tras la asonada evidencia el amplio apoyo que tuvo en los cuarteles la acción contra Chávez. Entre los arrestados hay cinco destacados generales que han sido acusados de rebelión. El vicepresiente Diosdado Cabello no oculta que, tras el fallido golpe cívico-militar, debe abrirse un proceso de revisión en las Fuerzas Armadas «porque han recibido un fuerte golpe». Cabello confirmó que, por el momento, son ochenta los oficiales detenidos por su presunta participación en la asonada que provocó la detención y derrocamiento de Chávez. Entre los arrestados figuran cinco destacados generales: el general de división Efraín Vásquez Velasco, el vicealmirante Héctor Rafael Ramírez Pérez, el general de brigada Pedro Antonio Pereira Olivares, el almirante de la Armada Daniel Lino José Comisso Urdaneta y el contra-almirante Carlos Molina Tamayo. Los cinco serán procesados por el Tribunal Superior acusados de rebelión militar, el mismo delito que se imputará al resto de los acusados. «Los implicados tienen que enfrentar un juicio por rebelión militar; la investigación va a ser bien seria, tendrán que cumplir con lo que establezcan las leyes por intentar un golpe de Estado», señaló el vicepresidente. Profundas heridas No obstante, Chávez ha prometido ser magnánimo a la hora de juzgar a los militares que participaron en el golpe. Lo cierto es que esa mano blanda que anunció tras recuperar el poder es casi obligada. Y es que si se purgara a todos los que de un modo u otro participaron en la rebelión contra el Gobierno bolivariano correría el riesgo de enfrentarse a nuevas tensiones golpistas. Para Hugo Chávez resulta más fácil aceptar la tesis de que la mayoría de los militares que aparecieron apoyando el golpe fueron «manipulados y utilizados por los verdaderos conspiradores». De este modo puede intentar sanar las profundas heridas que se han abierto en el seno de las Fuerzas Armadas a raíz del golpe contra el líder bolivariano. Unas heridas que a nadie se le escapan y que son evidentes para casi todo el mundo, excepto para el ministro de Defensa, José Vicente Rangel, que ha señalado que la «pequeña fractura» en las Fuerzas Armadas sólo afecta a la cúpula y que hay «cohesión en los mandos». Una valoración un tanto optimista si se tiene en cuenta que el propio Chávez confesó que durante el golpe que le apeó por 48 horas del poder llegó a temer que se produjera una guerra civil.