«Making a murderer»: ¿Qué ha pasado en este tiempo con Steven Avery?

Abel L. Martínez REDACCIÓN

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Los juicios fueron solo el comienzo. La lucha de Steven Avery continúa en la segunda temporada del documental de Netflix

23 oct 2018 . Actualizado a las 17:16 h.

«Esto es crucial y hay pruebas de sobra. Podría dar la vuelta al caso». Estas palabras las pronuncia Kathleen Zellner, una abogada especializada en condenas injustas que asume el caso de Steven Avery, el protagonista de Making a murderer. La serie documental de Netflix estrenó el 19 de octubre nueva temporada en la que pone de nuevo en duda el proceso policial y judicial que llevó por segunda vez a prisión a este chatarrero de un pequeño pueblo de Wisconsin.

Making a Murderer desgranó en su primera temporada las inconsistencias de la investigación, así como varios elementos que hacen pensar que Avery y su sobrino Brendan Dassey fueron encarcelados injustamente. Pero, como dejan claro en el tráiler de la segunda temporada, los juicios fueron solo el comienzo. Aún queda mucho recorrido en el caso. Nuevos abogados, recursos, apelaciones... y la presión de un caso con una dimensión mundial.  Los nuevos letrados saben que muchos de los que se engancharon a las diez horas de documental creen en la inocencia de Avery y solo contemplan la absolución como objetivo. Y la clave para conseguirla podría estar en una nueva prueba descubierta por la defensa, la última llamada que se hizo desde el móvil de la joven asesinada, la fotógrafa Teresa Halbach.

Después de la hora en la que la versión policial asegura que fue asesinada, su móvil se usó para hacer una llamada que registró una torre situada a millas de distancia del desguace de los Avery. Según la acusación, Halbach nunca llegó a salir de allí. Pero el equipo de Kathleen Zellner tratará de probar que abandonó el desguace con vida, aunque también pudo ser otra persona la que hiciese la llamada. ¿Qué movimientos se registraron en la zona del desguace en la noche que se cometió el crimen? Esa una de las grandes preguntas de la nueva temporada.

Zellner, desde que asumió el caso, ha tratado de demostrar que en el caso se aceptaron ocho pruebas que fueron falseadas: la bala, los huesos, la sangre, la cámara, el teléfono, el coche y las llaves. Al nuevo equipo de letrados de Chicago, que llegó a solicitar un nuevo juicio pero la petición fue denegada, le permitieron tener acceso a a algunos de los restos de ADN. Tras analizarlos, su conclusión fue que los antiguos abogados de Steven Avery habían acertado en que había sido incriminado falsamente, pero fallaron a la hora de explicar cómo lo hicieron.

Con un escrito de más de mil páginas, Kathleen Zellner trata de demostrar que el asesino de Halbach fue en realidad su exnovio Ryan Hillegas, que ya aparecía en la primera temporada de la serie. Incorpora las declaraciones de un antiguo agente del FBI que confirma que Hillegas nunca llegó a tener coartada para la noche del crimen y que fue el primero que dirigió a los voluntarios que estaban colaborando en la búsqueda y a la policía hacia el lugar donde se encontró el coche de la fotógrafa. Además, la letrada aporta pruebas de que tenía heridas en su mano derecha, recuerda que eliminó los últimos mensajes que le envió a la joven y que tuvo acceso al desguace de la familia Avery durante la investigación policial aunque quedó registrado bajo un nombre falso, el de Kilgus.

El periplo judicial

Steven Avery pasó 18 años en prisión por una agresión sexual que no cometió. Tras unas pruebas de ADN fue declarado inocente y liberado en el año 2003. Dos años más tarde, cuando reclamaba una millonaria indemnización al condado de Manitowoc por la falsa condena, Avery volvió a ser arrestado por el asesinato de Teresa Halbach. Su sobrino, Brendan Dassey, confesó que había ayudado a su tío a violar y asesinar a la joven fotógrafa, que había sido vista por última vez en el negocio familiar de los Avery, un desguace de vehículos al que había ido a tomar fotos. 

La acusación se basa en un interrogatorio policial extremadamente controvertido realizado al adolescente, con un nivel intelectual bajo. Durante ese interrogatorio, filmado durante varias horas y sin presencia de un abogado, los investigadores usaron medios discutibles para presionar a Brendan a que brindara elementos que lo incriminan tanto a él como a su tío. «Los interrogadores se aprovecharon de la juventud y discapacidad mental de Dassey para convencerlo de que estaban de su lado. No tuvieron en cuenta su incapacidad manifiesta a responder correctamente a las numerosas preguntas sobre el crimen, le pusieron palabras en la boca, las palabras que querían escuchar, y le prometieron que si decía eso sería liberado», denunciaba el abogado Seth Waxman.

Un juez de Wisconsin ordenó la liberación de Dassey en noviembre del 2016. El magistrado William Duffin criticó todas las instancias que intervinieron en el proceso, especialmente a los investigadores que prometieron a Dassey que no tenía nada de lo que preocuparse mientras lo interrogaban. «Estas constantes falsas promesas, consideradas junto a otros factores pertinentes como la edad de Dassey, su déficit intelectual y la falta de apoyo de un adulto (en todo el proceso), llevaron a una confesión involuntaria», apuntó el juez, que dejó claro que sus derechos constitucionales fueron vulnerados. La decisión de Duffin había destacado principalmente la defensa desastrosa que tuvo Dassey, a cargo del abogado de oficio Leonard Kachinsky, quien tuvo una conducta «indefendible», según el juez. Aunque la corte de apelación de Chicago confirmó el fallo en junio del 2017, el fiscal general de Wisconsin apeló y bloqueó la la puesta en libertad de Brendan Dassey.

En el caso de Steven Avery, las peticiones de su defensa para que se celebre un nuevo juicio fueron denegadas. Tras doce años en prisión, el pasado mes de junio su defensa recibió el último revés judicial cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos le negó el certiorari, un proceso que contempla la justicia de Estados Unidos para que una corte superior ordene a una inferior una revisión judicial.

Años y años de grabación

Las directoras de Making a murderer, Laura Ricciardi y Moira Demos, empezaron a grabar en el año 2005, cuando Netflix aún era una plataforma en pañales. Estaban buscando ideas para la que sería su primera película y leyeron un artículo sobre Steven Avery en The New York Times. Se pusieron en contacto con Innocence Project y con su dinero se compraron un billete a Wisconsin. Las primeras imágenes las grabaron con una videocámara de aficionado. Se involucraron totalmente con el caso, tanto que los familiares y abogados de Avery les permitieron acceder a toda la documentación que tenían. Finalmente pasaron año y medio en Manitowoc y se juntaron con casi 10.000 horas de grabación. Aunque sabían que habían encontrado una gran historia y confiaban en sus posibilidades, tuvieron que compatibilizar la edición de Making a Murderer con otros proyectos. Les ahogaban las deudas y tenían que devolver el crédito universitario. Se mudaron de Nueva York a Los Ángeles, pero conseguir vender el proyecto no fue nada fácil. Recorrieron muchos despachos, incluso intentaron vendérselo a plataformas como HBO o PBS, hasta que en el 2013  finalmente llegó el sí de Netflix. Fue una gran apuesta. Uno de sus primeros documentales en los que se involucraba la plataforma se convirtió en poco tiempo en un fenómeno global. A finales del 2016 se estrenó la primera temporada de la serie, que los fiscales acusaron de parcial pero que consiguió que se multiplicasen las peticiones para que se liberase a sus protagonistas. La propia Casa Blanca recibió más de 130.000 firmas que solicitaban un perdón presidencial. Pero como los dos acusados no fueron condenados en un proceso federal, sino por el sistema carcelario de Wisconsin, el presidente Obama no podía concederles la gracia. «Cuando alguien es condenado, hay que mover montañas para sacarlo de prisión», recuerda su equipo de defensa. Es casi imposible salir de la cárcel y la justicia es muy lenta cuando ya estás entre rejas. Pero la lucha de Steven Avery continúa.