¿A qué hora es el cambio de hora de otoño?

C. Barbería

INFORMACIÓN

Mila Méndez

A pesar del debate que sigue generando, adaptar los relojes a la nueva estación es una forma de ahorrar energía

29 oct 2017 . Actualizado a las 05:46 h.

Cada año, los europeos ajustamos en dos ocasiones nuestros relojes para cumplir con las normas del Viejo Continente. En otoño atrasamos el reloj una hora, mientras que en Primavera lo adelantamos

¿Qué hora es? Es la pregunta que muchos se harán continuamente durante las próximas jornadas. Porque llegó el día. Para algunos temido, para otros un engorro y para algunos y simple trámite. Durante la madrugada del sábado 28 de octubre al domingo 29 de octubre nuestros relojes cambiarán de hora por segunda vez en este 2017. Dicen sus defensores que es necesario. Sus detractores que no hace si no confundir a nuestro organismo. Pero en las próximas horas tendremos que cambiar nuestro reloj de manera irremediable.

Porque ahora que nuestros relojes y nuestros organismos tendrán que adaptarse al cambio de hora llegará una y otra vez la gran pregunta que a muchos despistados rondará durante los próximos días: ¿Qué hora es?

El cambio de horario de invierno permitirá a los españoles ganar una hora, puesto que a las 3 de la mañana volverán a ser las dos, un cambio que sigue generando un importante debate. Aseguran los que saben que cambiar la hora es necesario para aprovechar mejor las horas de luz. Y para ello lo hacemos dos veces al año, tal y como mandan los directivos de los Veintiocho a través de la directiva comunitaria 2000/84/CE. Así que sí. Preguntarse durante los próximos días sin remedio ¿qué hora es? está justificado.

Durante los próximos días, y hasta que los cuerpos se adapten a la nueva situación, la eterna pregunta será ¿Qué hora es? Y es que el cambio de hora sigue provocando desajustes en gran parte de la población. Pero, ¿por qué cambiamos de hora? ¿Quién fue el primero en tomar esta decisión?

La primera persona en poner sobre la mesa el cambio en los relojes fue Benjamin Franklin, que allá por el año 1874 defendía que esta era una de las mejores fórmulas para ahorrar en velas y ganar en luz solar. En aquel momento, la propuesta no cuajó. Tuvo que llegar la Primera Guerra Mundial para que la necesidad hiciera de la idea una virtud. En aquella época, los políticos decidieron apostar por la idea con el único objetivo de ahorrar carbón.

La Unión Europea tuvo que esperar hasta el año 1981 para que la norma fuera generalizada. Y lo hizo con muchas razones sobre la mesa. Porque esto del cambio de hora tiene su justificación. Según los que mandan el planeta nos agradece que nos estemos preguntando durante días qué hora es. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae), este doble cambio anual de horario puede suponer un ahorro de hasta el 5 % de energía. Y tiene su traducción en la factura. Porque puede suponer unos 300 millones de euros menos de gasto.

El cambio de hora, además de provocar la pregunta ¿qué hora es? de manera constante trae consigo otra serie de cambios en nuestro organismo. Cansancio, malestar o irritabilidad son algunas de las causas que sufriremos en los próximos días, siendo os niños y los ancianos los que más notarán los cambios.

Dicen los expertos que nuestro organismo sufre un jet lag a pequeña escala. Nuestro cuerpo se acuesta en un horario y se levanta al día siguiente preguntándose qué hora es. A pesar de que el cambio se establece durante el fin de semana para que los ciudadanos sufran en la menor medida las consecuencias de este ajuste, lo cierto es que hay algunas personas que padecen el cambio durante varios días. Son ellos los que arrastran las peores consecuencias del descoloque de sueño y la fatiga.

No somos los únicos que nos vamos a preguntar en más de una ocasión durante los próximos días qué hora es. Unos 70 países de todo el mundo llevan a cabo un cambio de hora para adaptar sus relojes a la luz solar. Todos los países de Europa, América del Sur, África y en algunas zonas de Estados Unidos y Canadá el reloj sufre varios cambios a lo largo del año. Japón es el único país industrializado que todavía no se ha sumado a esta normativa.