El geriátrico de la Modelo, un ejemplo que dejaron morir

La Voz

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Un grupo reducido de 20 reclusos, atención médica diaria, amplias zonas comunes, habitaciones en lugar de celdas y cortinas en vez de puertas eran algunas de las señas de identidad del módulo del centro penitenciario barcelonés, que cerró en junio

21 sep 2017 . Actualizado a las 14:59 h.

Esta realidad penitenciaria que vive España tuvo un contrapunto hasta hace unos meses en Cataluña. La cárcel Modelo de Barcelona, cerrada el pasado junio, era el único centro penitenciario del país que contaba con un geriátrico. Con la clausura del penal, los reclusos fueron trasladados en su mayoría a otro centro catalán, ya que esta comunidad tiene transferidas las funciones judiciales, pero sin las atenciones a los ancianos que tenían en la Modelo.

En el módulo geriátrico convivían 20 internos, la mayoría de más de setenta años. Aunque se encontraba dentro del centro penitenciario y cumplía con una normativa común, en algunos aspectos funcionaba como una galería con cierta independencia.

N.R. (prefiere mantener su nombre en el anonimato), funcionaria de prisiones destinada en este módulo, todavía con la amarga sensación producida por el cierre del centro, recuerda la experiencia de forma muy positiva. Así describe la zona: «No había celdas. Solo habitaciones, con dos internos por cuarto. Para acceder a la estancia, en lugar de puerta había una cortina y las paredes no llegaban al techo. A cada lado de las habitaciones había unos estantes para colocar la ropa y pertenencias de la persona».

La galería, a diferencia de otras, no contaba con un despacho médico, algo que se veía compensado con la libertad que tenían los internos para ir solos a la consulta del doctor, en la zona de enfermería. «Para ellos, suponía una pequeña libertad. Les encantaba. Hay que tener en cuenta que, en el resto de módulos, si alguien precisaba asistencia médica, debía ir a la enfermería acompañado o esperar a que fuera el médico a la galería. Allí no. Tenían esa autonomía. No solo en este sentido. También a la hora de ir a la biblioteca o al polideportivo. Estaban controlados en todo momento, pero sin la visibilidad de tener que ir con un acompañante», explica la funcionaria catalana.

«Ir solos al médico les suponía una libertad. Tenían esa autonomía. También para ir a la biblioteca o al polideportivo», relata una exfuncionaria del geriátrico

Un amplio comedor, un patio muy grande con plantas que ellos mismos cuidaban, un office y una nevera eran otras señas de comodidad del geriátrico de la Modelo: «Tenían un comedor bastante grande y un pequeño office en el que prepararse algo. No disponían de fogones ni horno, pero sí de una nevera privada para ellos. Se dividía en pequeños compartimentos, de manera que cada uno guardaba una pieza de fruta, un botellín de agua...».

Las diferencias no se quedaban allí. Aunque los internos debían cumplir las normas de la cárcel, había cierta laxitud: «Tenían los recuentos habituales de cualquier galería. Y ahí éramos muy estrictos. Sin embargo, por la noche, tras este acto que se celebraba a las nueve, podían estar en el salón (el comedor también hacía funciones de gran sala de estar) viendo la tele hasta las doce», explica la funcionaria. La razón de esta permisividad es que, a diferencia de otros reclusos, los ancianos no podían tener televisor: «El motivo es sencillo. Como las paredes no llegaban al techo, podía haber problemas de sonido. No olvidemos que la gente mayor, suele necesitar tener la tele alta. Así que, ante la posibilidad de molestar al compañero, no se permitían televisores y había que acudir al salón a verla».

Las actividades diarias cobraban especial protagonismo en la vida de los ancianos de la Modelo. Muchas dirigidas especialmente a su edad. Contaban con escuela, biblioteca, artes plásticas, así como diferentes ocupaciones con educadores y voluntarios externos. Asimismo, de forma asidua, recibían la visita de personal especializado (psicólogos, juristas...) para hacer un seguimiento individualizado de cada uno.

Interno voluntario de apoyo

En cuanto al cuidado, aparte del personal penitenciario y médico, el geriátrico disponía de un recluso voluntario que acudía cada día y actuaba de auxiliar. Era el llamado ordenanza, figura que existe en casi todos los centros. «Ayudaba a asear a los que no se podían apañar por sí solos. Además, se encargaba de la limpieza de los baños y las duchas; les hacía compañía; jugaba al dominó o a las cartas; y les servía la comida. El funcionamiento, en muchas cosas, era parecido al de una residencia exterior, con la clara limitación de que estaban presos», subraya N. R.

El geriátrico de la Modelo fue, para ella, un ejemplo de cómo trabajar con un grupo reducido de internos con unas necesidades especiales. «Solían ser grupos muy correctos. La elección, que correspondía a la dirección, se hacía dependiendo de la personalidad, un poco, del interno. A partir de los sesenta años, y si el perfil no era conflictivo, se procuraba que pasara para allí. He tenido gente de ochenta años y, aunque debes mantener la distancia, pues es gente mayor con la que acabas teniendo cierto trato. Solo el hecho de escucharlos o animarlos era correspondido con su gratitud», sentencia al tiempo que lamenta el cierre su cierre y que no haya otros centros similares.