España vive en una hora que no le corresponde
La entrada de lleno en el horario de invierno restando una hora de luz a las tardes provoca, de nuevo, el descontento de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHE). Su presidente, José Luis Casero, ha vuelto a reclamar que se derogue el decreto aprobado en 1942 con el que España adoptó el horario de Berlín, y recordó que «únicamente dos países en el mundo viven en una hora diferente al huso horario que les corresponde: España y Venezuela».
Por su parte, el IDAE ha estimado que, con el nuevo horario, el ahorro de energía será de 300 millones de euros, de los que 90 corresponden a los hogares. Pero hay que tener en cuenta la diferencia lumínica que acusan los gallegos: esto supone que en Galicia habrá que continuar encendiendo las luces de casa a primera hora de la mañana aunque en el resto del territorio no sea necesario.
Si finalmente este planteamiento sale adelante, es bastante probable que se revisen los cambios de hora de octubre y marzo. Si no es así, en algunos puntos del mapa el ajuste podría llegar a ser considerablemente agresivo. Por ejemplo, en Barcelona anochecería en diciembre a las 16:30 horas.
¿A quién se le ocurrió la idea?
Pero, ¿sabemos exactamente a cuándo se remonta la idea de modificar la hora en los relojes? Pues el reproche habría que hacérselo al político y científico Benjamin Franklin hace cuatrocientos años se despertó varios días a las seis de la mañana con un sol resplandeciente. Así se le ocurrió una medida de ahorro energética, ya que con una modificación en la hora Europa dejaría de derrochar absurdamente aceite para iluminar los hogares a media tarde. Su propuesta era sencilla: despertarse antes, acomodarse al ritmo del sol. Dormir durante las horas de oscuridad y despertarse con los rayos del sol, como antaño, para aprovechar al máximo la luz diurna. Pese a la proposición de Franklin los europeos no se tomaron muy en serio la idea de jugar con los tiempos hasta que el hambre comenzó a apretar y el ahorro pasó de ser una opción más a una necesidad. La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en el debate del cambio de hora. Alemania impuso el ajuste y se convirtió en ejemplo de cómo hacer caja adelgazando el número de horas de iluminación artificial. Pronto, sus provisiones de carbón reservadas para la contienda se multiplicaron. Se convirtió en la envidia de los países vecinos.
La disposición pasó a ser obligatoria cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. También durante la crisis del petróleo, del 73 al 74. Y en el 2005, se promulgó oficialmente la ley de política energética que obligó a extender el cambio de hora, a partir del 2007. Pero ni siquiera así el mundo consiguió ponerse de acuerdo sobre el afinamiento del reloj.
¿Qué países cambian la hora?
El cambio de hora en primavera y otoño no es algo universal. En el hemisferio norte, Europa (salvo Bielorrusia y la parte europea de Rusia), Estados Unidos, Canadá y México adoptan el horario de invierno prácticamente desde el principio. Junto a ellos, Turquía, Irak, Azerbaiyán, Israel, Palestina, Siria, Líbano, Jordania, Marruecos, Libia y parte del Sahara Occidental. En el hemisferio sur, sin embargo, son minoría los países que cambian la hora: Uruguay, Paraguay, el sur de Brasil, Namibia, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea y casi la mitad de la superficie de Australia.