El 1 de octubre de 1931, Clara Campoamor defendió con un discurso vibrante e histórico el derecho al voto de la mujer. Era la primera mujer que hablaba en las Cortes Españolas. Sus convicciones siempre fueron sólidas, firmes. Se enfrentó a Victoria Kent y a los diputados de su propio partido. Nunca cedió. Diversos fueron los argumentos manejados por Clara Campoamor para articular su discurso. Uno fue dar respuesta a las críticas de su contrincante femenina y otros diputados progresistas sobre las consecuencias del voto de la mujer, que apelaban a su bajo nivel cultural y a la influencia que sobre ella ejercía la Iglesia.
Clara Campoamor fue rotunda al respecto. Esa posición era inadmisible porque decaía el principio y triunfaba el temor. Era el principio de igualdad en el derecho al voto -«claro está y en vuestras conciencias repercute», decía-, que no puede estar subordinado al miedo, al oportunismo, a la coyuntura. Apeló a la estadística y mostró la rápida equiparación de la mujer al hombre en términos de analfabetismo durante el período 1868-1910. Negó con ironía inteligente la parte incapaz del hombre, ya que algún diputado todavía calificaba a la mujer como un ser incapaz. Y, citando a Humboldt, afirmó que la única forma de madurar en el ejercicio de la libertad es caminar dentro de ella.