Cambio de hora: ¿Por qué se atrasan los relojes en otoño?

La Voz REDACCIÓN

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Virtudes e inconvenientes de que uno de los días del año tenga 25 horas

24 oct 2013 . Actualizado a las 14:21 h.

Cada año, cuando se acerca el final de octubre, el cambio de hora supone, en mayor o menor medida, un importante trastorno para la población. Sucede lo mismo con el otro ajuste horario del año, el de marzo, una zancada del tiempo de invierno al tiempo del verano que, con la primavera acechando, suele resultar menos brusco que la que se producirá este fin de semana. En marzo los relojes se comen una hora. Ahora, con el salto al horario de invierno, la ganan, la recuperan. Este domingo es, con el cambio de hora de la noche del sábado -madrugada del sábado al domingo-, el único día del año que puede presumir de tener 25 horas. A las tres de la mañana volverán a ser las dos. Dormiremos (o en su defecto, saldremos de fiesta o pasaremos en vela) una hora más de lo habitual. Y, a medida que avance el día, nos iremos dando cuenta de cómo nos afecta este desorden, sobre todo al comprobar cómo a las seis de la tarde ya es de noche.

¿Qué necesidad hay de cambiar la hora?

La explicación oficial reza que se cambia la hora cuando llega el invierno para adaptar las horas de luz al tiempo que estamos trabajando. Al reducirse notablemente las horas de sol -los días seguirán menguando hasta la Navidad y entonces empezarán a crecer hasta la noche de San Juan-, resulta más cómodo y, sobre todo, más eficiente -energéticamente hablando- comenzar la jornada laboral ya de día y acabarla cuando todavía no se ha hecho de noche. Y, aunque muchos creen que en realidad esta idea es absurda porque a media tarde ya hay que encender todas las lámparas, la realidad es que el grueso del consumo eléctrico se concentra a primera hora de la mañana. Está demostrado que el atraso de los relojes a finales de octubre supone un ahorro de entre el 5 y el 10 % de energía.

¿Cuándo empezamos a atrasar los relojes?

La idea del cambio de hora nació después de la Primera Guerra Mundial, motivada por la complicada situación económica que dejó el conflicto y la concienciación general de contener el gasto-, pero no fue hasta el año 1974 -después de que la Crisis del Petróleo reavivase la idea del ahorro- cuando se hizo efectiva en España. Así, todos los inviernos, España «pierde» una hora para situarse en GMT+2 (dos horas más del tiempo medio de Greenwich), y durante el verano, salta de nuevo al GMT+1. Después de 40 años de esta rutina, la costumbre, sin embargo, podría cambiar próximamente.

¿Qué pasará si el Gobierno decide cambiar definitivamente la hora de España?

El Ejecutivo lleva planteándose unos meses, y de hecho ya hay una propuesta firme en el Congreso, cambiar definitivamente el horario español y retrasarlo una hora, igualándolo con el establecido en Portugal y Canarias. Si finalmente este planteamiento sale adelante, es bastante probable que se revisen los cambios de hora de octubre y marzo. Si no es así, en algunos puntos del mapa el ajuste podría llegar a ser considerablemente agresivo. Por ejemplo, en Barcelona anochecería en diciembre a las 16:30 horas.

¿Qué trastornos supone el cambio de hora?

Los expertos aseguran que, habitualmente, se necesitan entre uno y cinco días para que el cerebro se ajuste al nuevo horario. A pesar de que el cambio de hora de marzo suele ser más agresivo porque el cuerpo acusa la hora perdida, el ajuste de octubre también provoca leves trastornos físicos como cansancio, malestar físico, cambios de humor, alteraciones del sueño o del estado de ánimo. Los mayores y las personas con alguna enfermedad, que necesitan mantener sus rutinas y descansar adecuadamente, suelen ser los más afectados por esta modificación horaria.

Consejos para minimizar los efectos del ajuste

Para que el cambio de hora pase desapercibido en nuestro fin de semana, es aconsejable intentar mantener la regularidad en los horarios de alimentación y sueño; intentan adaptar nuestra actividad diaria a las horas de luz solar; no utilizar fármacos; limitar el consumo de productos estimulantes como el alcohol, el tabaco o la cafeína o evitar dormir siestas de más de 20 minutos durante el día que alteren nuestra rutina del sueño.