El cambio de hora y su efecto «jet-lag» en nuestro organismo

La Voz

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La madrugada de este domingo los relojes se atrasan, por lo que nuestro reloj biológico deberá adaptarse al nuevo horario a partir de la madrugada

29 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El cambio a horario de verano para ahorrar energía solo supone una hora menos de sueño. Sin embargo, debido a los ritmos internos de nuestro cuerpo tiene efectos sobre algunas personas; en especial, los niños y los ancianos.

El efecto del cambio de hora es semejante al que se produce al viajar en avión a otras zonas horarias (conocido como «jet lag»), aunque con mucha menor intensidad, ya que el organismo es capaz de compensarlo rápidamente.

Expertos en neurología indican que los efectos del cambio a horario de verano son más intensos que los que se producen en el horario de invierno, de la misma forma que el «jet lag» es más traumático si se va de oeste a este. Algunos investigadores consideran que, aunque no se sabe la razón, el cuerpo se acostumbra más rápidamente a tener horas más prolongadas de 24 horas que al contrario. Por eso, mientras algunas personas tardan solo un día en acostumbrarse al cambio de hora en invierno, las consecuencias del horario de verano pueden durar tres o cuatro días. Aunque lo normal en la mayor parte de la población es que apenas noten la modificación de horarios y la adaptación al nuevo horario se produzca en unas horas.

Unas consecuencias que afectan especialmente a los niños, los ancianos y a personas con problemas neurológicos, a los que les costará más recuperar los ritmos del organismo, pero que pueden tener incidencia en todo tipo de personas. Mayor irritabilidad, cansancio, somnolencia, cansancio, falta de apetito, desgana y una menor capacidad de concentración y rendimiento intelectual son algunos de los efectos del cambio de hora hasta que nuestro cuerpo consigue volver a adaptarse.

Y todo ello se produce porque el cambio de hora provoca un trastorno brusco de los denominados ritmos circadianos, es decir, los cambios biológicos que se producen en nuestro organismo en intervalos regulares de tiempo. Unas variaciones que son endógenas (es decir, no necesitan de estímulos externos para producirse), aunque, al mismo tiempo, son capaces de adaptarse a las condiciones ambientales, como las horas de luz y de oscuridad.

Por eso, con el cambio de hora, si una persona se acuesta habitualmente a las doce, su cuerpo le pedirá aguantar una hora más despierto, hasta la una. En este caso, los expertos destacan que serán los más madrugadores los que más fácilmente se acostumbrarán a irse a dormir una hora antes.