El arte sin objeto, o lo que es lo mismo, el arte abstracto en su más pura esencia, tiene, por tanto, nacionalidad rusa por excelencia. Surge a partir de esta primera década del siglo XX, cuando Wassily Kandinsky escribe su revolucionario tratado De lo espiritual en el arte y pinta su primera acuarela abstracta. En cierta ocasión Wassily Kandinsky afirmó que «toda obra de arte es hija de su tiempo... y muchas veces es madre de nuestros sentimientos». Inconscientemente, Wassily Kandinsky sintetizó en este pensamiento el espíritu revolucionario del arte ruso de vanguardia, a pesar de que en el resto de Europa ya eran muchos los artistas que se habían adentrado en la deformación figurativa. Los rusos fueron, sin embargo, los creadores que se apropiaron con todo el derecho de la autoría de la abstracción del arte.
La figuración es casi nula, sin embargo, en la Composición VII, una de sus obras maestra y de las de mayor tamaño de toda su producción, de la cual Wassily Kandinsky reconoció que era la pieza más compleja que jamás había pintado. La pintura, inspirada en temas bíblicos como el Juicio Final, la Resurrección y el Diluvio, agrupa más de 30 dibujos que Wassily Kandinsky realizó previamente con la intención de involucrar al espectador en su obra, un armónico conjunto de formas geométricas simples que potencia los efectos psíquicos de los colores y los objetos.