Galicia se aleja un poco más de América

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

HISTORIAS DEL TIEMPO

Xavier Fonseca

Cada año aumentan su distancia unos 50 milímetros mediante un proceso conocido como extensión

23 abr 2018 . Actualizado a las 11:00 h.

En Galicia son habituales los temporales marítimos. Sin embargo, la posibilidad de que sufra un tsunami es menor, ya que estos fenómenos ondulatorios tienen orígenes diferentes. El primero responde a causas meteorológicas y el segundo a geológicas. El Atlántico favorece la formación de borrascas, pero no de terremotos, porque en nuestro vecino océano las placas tectónicas se están separando. «Galicia y América estaban unidas formando una unidad llamada Pangea, cuando todos los continentes estaban juntos hace 350 millones de años. Después Pangea se fragmentó y de su división se formaron los continentes actuales», explica Vidal Romaní, catedrático emérito de Geología de la Universidade da Coruña. Cada año Galicia y América aumentan su distancia unos 50 milímetros mediante un proceso conocido como extensión, que además de separar los continentes crea nueva superficie en el Atlántico. «La separación de los dos bordes de la fractura y el flujo de basaltos para cerrarla van haciendo que se genere un nuevo fondo oceánico que cada vez ocupa mayor superficie», dice el experto.

Como no existe ningún rozamiento entre placas tectónicas, en el Atlántico Norte no se acumula tensión y por tanto no hay necesidad de liberar energía en forma de seísmos. Los terremotos son habituales donde una placa se mete por debajo de otra a través de un mecanismo conocido como subducción. «En la península ibérica el borde de placa con subducción más cercano a Galicia y con gran actividad está en el lado atlántico del Estrecho de Gibraltar, afectando por igual a la costa de Marruecos, al sur de Portugal y España», añade Romaní. El 1 de noviembre de 1755 Lisboa quedó arrasada por una ola gigante que mató a más de setenta mil personas. El tsunami llegó incluso a la costa sur andaluza, donde también causó cientos de muertos.

Galicia puede respirar tranquila por el oeste, aunque no se libra de una amenaza que llega del norte. La placa Euroasiática interactúa con la Ibérica metiéndose por debajo de la costa Cantábrica. «La distancia entre ambas placas se hace cada vez menor. Este esfuerzo se traduce en un elevamiento de la cordillera Cantábrica, cuya altura se debe a esa compresión, que se asocia a terremotos. En los últimos 24 millones de años la actividad parece adormecida, pero que se reanude depende de que la placa Euroasiática se ponga de nuevo en movimiento», termina. La subducción suele crear fosas oceánicas de hasta 5.000 metros de profundidad. Esto explica por qué a veces se observan en el Cantábrico calamares gigantes que ascienden desde las fosas abisales.