«Es la Eva más joven del cine mundial»

Jesús Flores Lojo
Jesus Flores REDACCIÓN / LA VOZ

HEMEROTECA

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Su atractivo personal compensaba su falta de dotes artísticas, advertía ese día La Voz, al anotar en sus páginas el éxito de «la Eva más joven del cine mundial», que contaba 22 años y triunfaba de fronteras hacia afuera con el filme «Y Dios creó a la mujer». La semana pasada, Brigitte Bardot cumplió los 87, y la cinta con la que llegó el alboroto alcanza los 65. Pero ella sigue sin jubilarse; al menos de su rebeldía

06 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No hacía falta referirse expresamente al filme: de la frase que La Voz utilizaba aquel 9 de diciembre de 1956 para definir a Brigitte Bardot, y que encabeza esta crónica, se deduce que bajo cuerda todo el mundo sabía en España de la escandalosa película en la que la tentadora protagonista, una joven recién salida de un orfanato, se deslizaba entre el amor a tres hombres. Pero la no menos escandalosa censura de la época, que prohibía el estreno en España de Y Dios creó a la mujer, obligaba a los periódicos de este lado de los Pirineos a nadar y guardar la ropa también en este asunto. Aunque para ser justos hay que recordar que el filme también tuvo sus más y sus menos en Francia y en EE.UU. con los de la tijera.

En la sección Figuras del cine, que firmaba en La Voz José Félix García Calvo en los días que la cartelera francesa comenzaba a programar la película de Roger Vadim, no queda lugar a dudas de que este no era el país en Eastmancolor que teñía de sensualismo aquella historia rodada en Saint-Tropez en la que Brigitte Bardot se pasaba más tiempo poniéndose y quitándose la falda que vistiendo de diálogo el guion: «Nosotros preferiríamos un cine más serio y con más fundamento, discreto y reflexivo. Desgraciadamente vivimos en una época en la cual la reflexión es un fastidio y la forma prevalece sobre la sustancia», lamentaba el crítico en su velada alusión a un filme que, en realidad, pretendía abrir varios debates sobre algunos de los grandes valores (dinero, poder, amor) de la sociedad occidental. Pero hecha esta advertencia, en las mismas páginas en las que La Voz se veía obligada a publicar una sección de consejos a las jóvenes —«la mujer que no tiene escrúpulos morales debe ser suspenso para matrimoniar» y otras perlas similares, o en las que aparecía el anuncio de la última de Sara Montiel, Mi último tango—, García Calvo se permitía algunas licencias para disfrute de los lectores: «En Inglaterra han apodado a Brigitte Bardot ‘el pekinés de París», por su pelaje rizado que se asemeja a un enredijo de lana, aunque ella es una bellísima muchacha que además no va cubierta de lana, sino todo lo contrario», bromeaba el crítico evocando quizás algunas de las sensuales escenas de la película; e incluso daba pie a que cada cual pusiese a funcionar su imaginación: «B.B. tiene un cuerpo frágil y enjuto, pero lo más típico es su rostro, su bella nariz, los labios salientes y espesos con aspecto de hociquillo, y unos ojos llenos de vivacidad y picardía». Y quizás para enfriar algunas mentes, el periodista ponía fin así a su crónica: «Le han hecho entrevistas, pidiéndole que exprese su opinión sobre la religión, el amor, la amistad, y no tenía ninguna idea de nada, aparte de su afición por las frívolas lecturas».

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Esta era la primera vez que La Voz hablaba de Brigitte Bardot. Quizás aún no había dado tiempo suficiente a que el mito se consolidase. Y pese a los tiempos convulsos para la libertad de pensamiento, La Voz, siempre rebelde como B.B. publicaría algún tiempo después un artículo de André Maurois, de la academia de cine francesa, elogiando la película y poniendo en valor la nouvelle vague.

Luego llegarían, claro, La pícara colegiala y otros títulos que seguramente el académico preferiría olvidar. Pero B.B., siempre insumisa frente a los discursos dominantes, sigue ahí, entre sus campañas para salvar a los elefantes del zoo y sus acusaciones de hipocresía a las actrices del #Metoo. Como dejó escrito en sus memorias su amigo Jean Paul Belmondo, recién fallecido, Mil vidas mejor que una.