Una llamada a la cordura

Claudio Sánchez Albornoz

HEMEROTECA

15 abr 2018 . Actualizado a las 13:18 h.

Las viudas del franquismo, es decir, los nostálgicos de la dictadura, están haciendo un grave daño a España y también a los ideales e intereses de los grupos sociales que ellos dirigieron durante cuatro décadas. Implica una ignorancia total del eterno devenir histórico pensar que podía pervivir el pasado por ellos añorado. Ningún régimen político ha logrado eternizarse. Todos, absolutamente todos, en el curso del ayer han caducado irremisiblemente. No será difícil señalar las mudanzas incluso sufridas por los que han parecido más firmes y más perdurables. Si se han salvando de una crisis total -no pocos la han padecido- ha sido a costa de sufrir intestinamente grandes mudanzas. Y no quiero referirme a los surgidos en naciones que perdieron la guerra, como Alemania e Italia. No se necesita una gran agilidad mental para advertir los padecidos incluso por Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Era absolutamente imposible que el franquismo perdurase al sur del Pirineo, tras la muerte de Franco y en el mundo de estas postreras décadas del segundo milenio de la era cristiana.

Respeto la fidelidad a la memoria del Caudillo de sus fieles y entusiastas secuaces que no pudieron o no quisieron vincularse a las filas de quienes aceptaron y llevaron a cabo el cambio de frente y restauraron la democracia parlamentaría, en pro de la paz de España. Aplaudo incluso esa lealtad. Pero deben darse cuenta de la imposibilidad absoluta en que se hallan de restaurar el ayer por ellos añorado. La España de hoy es muy distinta de la España de los días de Franco. Han entrado en la vida política nuevas y nuevas generaciones que no conocieron la Guerra Civil, con ideas e ideales nuevos, y se vive en un mundo muy diferente del que permitió «y aun favoreció» el triunfo y la perduración del régimen franquista.

Siempre me he inclinado respetuosamente ante quienes en el pasado español y no español han sido fieles a un ideal, aunque incluso abominase yo de él. No voy a arremeter contra quienes siguen fieles a viejos sistemas, pero juzgo un deber de conciencia invitarles a la reflexión. (...)

El franquismo es el pasado, un pasado que inexorablemente ha caducado ya. Aunque temporalmente un golpe militar pudiese restaurar el añorado ayer, es absolutamente seguro que ese triunfo sería pasajero y se transformaría en una aguda crisis política que al cabo llevaría al poder a las fuerzas sociales y políticas de signo más adverso a los ideales del grupo pasajeramente triunfante. Me atrevo a escribir y a repetir que tras la victoria temporal de las viudas de ayer, España caería en las sombras del comunismo.

El franquismo es inexorablemente un ayer sin mañana perdurable, repito y vuelvo a repetir. Respeto los ideales de las masas que gesticulan y gritan añorantes del pasado. Les invito empero a la reflexión otra vez. El mañana de España tiene detrás la triste cargazón de un cruel y conflictivo ayer. Invito a los vociferantes de la Plaza de Oriente a meditar y reflexionar sobre el próximo y difícil futuro de la patria común. No les invito a traicionar sus ideales sino a encauzar sus ímpetus y sus fuerzas por sendas novísimas. Recordemos el pasaje bíblico donde se cuenta que la mujer de Lot, por volver su rostro hacia el ayer, se convirtió en estatua de sal. (...)

No, no. Reflexionad, añorantes del gobierno por caudillos militares o por exaltados franquistas... Vuestro triunfo sería inexorablemente pasajero y destruiría las posibilidades de avance histórico normal de la España que juzgáis en peligro.

Reemplazad los gritos y los himnos de otrora por, otros que aludan a un mañana fecundo, que pueda hacer viables algunas de vuestras ideas. ¡España, España! y ¡Libertad, libertad!, gritarla yo en el Madrid en que nací y del que llevo ausente casi medio siglo. Pensad que podéis sufrir décadas análogas. Podéis perder la patria, la libertad personal y la vida misma tras provocar ríos de sangre. Ríos que ya inundaron otrora el solar nacional de 1936 en adelante.

¡Qué servicios harán a España y a sus antañones ideales los hombres del 23 de febrero arrepentidos de su terrible error y contribuyendo a la paz y a la grandeza de la pobre y dolorida nación hispana!