
El padre de la presidenta de Alento Celeste, abonado número 830 del Celta, inculcó a su familia un sentimiento celeste también plasmado en el documental Gol que estena A Tapa Celeste este sábado
10 abr 2025 . Actualizado a las 17:50 h.María Valle, la presidenta de la peña celtista viguesa Alento Celeste, lidia estos días con el dolor del duelo por la pérdida de su padre, José María Valle, abonado 830 del club. Un sufrimiento inevitable mitigado en ocasiones por recuerdos felices, muchos de ellos relacionados con el club que tanto les unía, pero que también lo agudizan por momentos al saber que no se repetirán. El adiós estuvo lleno de coincidencias (o no): se produjo en el descanso del Celta B-Lugo -su otro equipo, pues su progenitor era originario de Begonte- y pocas fechas después de la despedida de Gol, su grada de siempre, y de que él participara en el documental sobre ella que A Tapa Celeste presenta este sábado.
El trabajo de Valle en Telefónica le llevó a residir en varios lugares de España, pero fue en Vigo donde conoció a su mujer, la madre de María y de sus otras dos hijas, y se estableció. Así nació el amor por el Celta que transmitiría con intensidad a las tres. «Él era muy futbolero y empezó a ir al Celta. Ahora digo que es el mejor legado que me pudo dejar», valora entre el orgullo y la tristeza. «Siempre fue abonado de Gol, nos llevaba de pequeñas, cuando los niños pasaban por debajo del torno. Tenía la espina de no haber tenido un varón y en aquella época, las mujeres no iban tanto al fútbol como ahora», recuerda a sus 47 años.

De las tres hermanas, María es la que en mayor medida heredó esa pasión. «Lo mío es exageradísimo, como le pasaba a él. Como hubiera un evento familiar y jugara el Celta, no íbamos», asegura. Su abuela paterna falleció a los 100 años y estaba latente la ilusión de que él pudiera seguir sus pasos. «Siempre estábamos con la broma de que había que superarla. Y a ella, yo le decía que el día que cruzara el arcoíris, que no hubiera partido, que si no papá no le iba», cuenta con ternura. Y resultó que la marcha de él se produjo estando María en Balaídos, en el descanso del Celta B-Lugo de hace unas semanas.
José María arrastraba problemas de salud, pero nada que hiciera pensar en un desenlace inminente. «Tenía problemas de pulmón y corazón y últimamente, cada mes estaba ingresado. Debía llevar una vida tranquila y un ritmo un poco más lento, pero no era una situación en que contáramos con ello», detalla. Así que fue «una hostia gorda» e inesperada. «No creo en las casualidades y pienso que se fue en ese momento por algo, porque era un partido importante para nosotros, la víspera estuvo mi hermana mayor de cumpleaños… Esta vida...», lamenta,
La dificultad para subir las escaleras había hecho que en el último año dejara de ir a Balaídos. «Siempre decía: ‘Cuando me hagan la nueva grada de Gol, pondrán ascensor y podré volver. Y mira qué injusta es la vida», constata. Además, afirma que a ella el Celta siempre la «sacó del atolladero» y, ahora que está tan reciente, todo lo relacionado con el club provoca que la situación se le haga más cuesta arriba. «En los momentos malos, siempre fue lo que más me incitaba a salir de casa y ahora, los dos partidos que van sin él me los pasé llorando. Para mí, el Celta es él y necesito tiempo», asume.

Se queda María con mil recuerdos con ese padre que «vivía a full el celtismo» junto a ella, capaz de hacer mil viajes, incluso presentándose por sorpresa tras haber negado que fuera a acudir y haciendo muy buenas migas con las nuevas generaciones del celtismo. «Era un crack, un fenómeno, me lo decía todo el mundo. Era de los mayores en algunos viajes y la chavalada le cantaba en el autobús. Lo querían mucho», rememora momentos que ahora sirven de consuelo. «Pasamos muchos momentos buenos gracias al fútbol», agradece.
María vivía hasta hace unos meses en un piso al lado del de sus padres, que lo vendieron. «A veces pienso que se juntó todo: me voy yo, le tiran la grada… Coincidió así», lamenta. Le consuela tener el recuerdo del documental que ve la luz este fin de semana. «Berto (Osorio Lago) -presidente de A Tapa Celeste- nos conocimos por casualidad en una comida del Celta y somos como hermanos. Él es muy activo, la cabeza no le para, y le surgió la idea de hacer ese documental, ya que con Marcador, por la pandemia, no se pudo», dice. Al saber que su padre era abonado histórico de esa grada, enseguida le propuso a ella que participara, pero de inicio, María lo descartó, al andar José María de hospitales y «pochiño».
Finalmente, falló otra de las personas que iban a colaborar y María accedió a la intervención de su progenitor. «Parece que hasta estaba en el destino que nos quedara este recuerdo» que ahora percibe como «una cosa bonita» que perdurará. «La última foto suya que tengo en Balaídos es del documental, y creo que era la primera vez que pisaba el césped», revela. Aquel día, el 11 de febrero, lo vio disfrutar. «Él estuvo encantado, lo pasó genial. Cuando vi el documental, lloré a moco tendido. Cualquier cosa del Celta me emociona y ya si está él, el doble», expresa. El estreno (sábado, 12.00 horas), además, será en el Hotel Hesperia donde ella trabaja, lo que lo hace aún más especial.
Las dos pasiones de José María eran su nieto, el hijo de María -que casi nace en Balaídos-, que no salió futbolero, y el Celta. Era de los de ir a ver a los canteranos en A Madroa mientras la salud se lo permitió y en uno de sus ingresos, incluso intentó que lo dejaran salir un par de horas para ver un partido del primer equipo en Balaídos. «Fue creo que en el 2023, que estuvo un mes ingresado, cuando el Celta se lo jugaba todo con el Barça. Le puse allí la bandera y le llevé la bufanda. El Celta era todo lo que se le pasaba por la cabeza. Evidentemente, se fue con su bandera y su corbata del club y en la lápida llevará el escudo», apunta.

Su amigo Berto le dice que ahora apoya «desde la grada del cielo», por eso ella también vincula a José María el triunfo de Mallorca, 21 años después. Otra de esas no-casualidades que se han dado en torno a su marcha. «Él trabajó allí muchos años y siempre quería ir, le tenía mucho apego. Siendo yo pequeña, teníamos un viaje comprado y no pudimos ir porque me puse yo mala con una hepatitis que casi me barre. Al final, nunca coincidió» y le gusta pensar que, ahora, desde arriba, él dio «el empujoncito» para lograr esos tres puntos.
Valle se siente en deuda con su familia celtista por el apoyo en estos momentos duros, con mención especial a la Federación de Peñas Celtistas, que la acompañó en la despedida, y a Berto y A Tapa Celeste por el cariño y por el documental. «Estaré eternamente agradecida», manifiesta. José María ya está presente en el mural de Balaídos dedicado a los celtistas que no están pero siempre estarán. «Lo estoy pasando realmente mal al volver allí, pero no me planteé no ir al estadio ni aunque fuera durante un tiempo. En los momentos duros, que todo el mundo los tiene, nunca dejamos de ir al Celta precisamente porque nos da vida. Tengo que hacerlo por él».