Violeta, una historia de celtismo desde antes de nacer

GRADA DE RÍO

CEDIDA

Viguesa de 21 años, estuvo en la final de Copa del 2001 en el vientre de su madre, sus primeras visitas a Balaídos fueron para que esta le diera de mamar y es incondicional del Celta

06 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Violeta Estévez es de esos celtistas para los que es imposible recordar la primera vez que estuvo en Balaídos. Era un bebé que, de hecho, ya había estado en la final de Copa del 2001 en Sevilla antes de nacer. «La afición me viene de mis padres, de los dos por igual, aunque ellos lo viven de una forma diferente», cuenta. Explica que a su madre no le gusta tanto el fútbol como tal, sino el Celta el ambiente que se genera alrededor del equipo en los partidos: «Le encanta ir al estadio y animar. Me acuerdo siendo muy pequeña, llegar del colegio y estar ella con un montón de periódicos del día anterior para hacer confeti para el estadio», relata. Su padre sí que es de ver «todos los partidos que puede» y ella es «una mezcla».

Porque a Estévez le gusta animar, pero también es futbolera aparte de celtista. «Por ejemplo, no voy a animación porque soy bajita y no veo bien. Me gusta analizarlo a nivel de técnica y táctica, cosa que a mi madre, por ejemplo, le da igual. A ella le gusta gritar gol cuando marcan», explica. La hicieron socia cuando tenía dos días de vida y comenzó a ir a Balaídos con apenas un par de semanas. Aunque antes hubo alguna visita fugaz con solo cuatro días. «La primera fue en el descanso del Celta-Liberec para que mi madre me diera de mamar», cuenta orgullosa.

Son anécdotas que le han contado desde siempre y que dejan claro hasta qué punto nació y creció en un entorno celtista. «Me encanta que me cuenten estas historias toda mi familia. Por ejemplo a mi abuela, la madre de mi padre, no le gustaba nada y estaba en contra de que me llevaran al estadio por el ruido, con toda la gente…», recuerda. Pero ella, como también le han hecho saber, parecía estar como pez en el agua ya entonces: «Mi madre dice que era impresionante que me pudiera dormir en el descanso, solo en el descanso. Cuando la gente se volvía a agitar, despertaba, pero me echaba una siesta de veinte minutos», relata.

Ya su primer recuerdo nítido hay que buscarlo en un día que se enfadó «mucho» -rememora- porque no la querían llevar a un Celta-Deportivo. «Nunca me llevaban a esos partidos porque pensaban que podían ser peligrosos. Ellos estaban en Marcador, con la afición rival debajo y a veces arrancaban butacas, las tiraban hacia arriba… Pero yo intuía que era un partido importante y quería ir». No se le borra la rabieta de aquella ocasión, si bien el primer recuerdo perfectamente nítido de dentro es la salvación del 4 %. «También me acuerdo de celebrar goles anteriores, estar con mis primos… Pero ese es el primero del que puedo decir quiénes jugaron y marcaron».

Cuando nació su hermana, ya eran cuatro carnés y al tiempo, cuando ella tenía unos siete años, la familia dejó de ser abonada, aunque aprovechaban cualquier ocasión de promociones de entradas o facilidades para acudir. A sus 18, volvió a ser socia, yendo ya con amigos. «Antes de eso, siempre había de regalo de cumple o Navidades un partido al que ir», señala. También tiene el recuerdo de ir a Balaídos con el equipo de su hermana. «A ella le gustaba jugar, pero no tanto verlo. Así que les daban entradas en su equipo, me las daba a mí y me iba yo con un grupo de chavalitos de ocho años a ver al Celta».

Estudiante de Matemáticas, primero estuvo en Santander y ahora, en Santiago. Y hace «malabares» para no perderse ningún partido de su equipo en casa, ni entre semana. «Cada dos semanas es inapelable volver a casa si hay partido sábado o domingo. Me tuve que perder un lunes que tenía un examen, y son muy largo, de cuatro a ocho. Era imposible estar en Vigo», precisa. Pero nunca se ha tenido que perder un partido al que quisiera ir sí o sí, dentro de que no le gusta perderse ninguno.

Su primer gran ídolo, casi inconsciente, fue Gustavo López: «Mi madre siempre me dijo que estaba obsesionada con él, que me gustaba muchísimo». También recuerda con cariño otros nombres como Míchel Salgado, Karpin o Mostovoi. «Luego me gustó Oubiña, por todo lo que representa, y ahora Aspas. También me gustaba Denis Suárez, pero bueno», desliza.

Pero lo más importante del Celta para ella es la gente con la que va al estadio. «He llorado más por el Celta que por otras cosas en la vida, y he disfrutado mucho. También he dejado muchas cosas, igual tenía un novio, era nuestro aniversario y si tocaba partido, tocaba partido. No había forma de moverme», confiesa. Si es impepinable perderse un duelo por un viaje o una comida familiar «al menor en el móvil o en la radio» lo tiene que seguir: «Si no, se me va la vida».