Dos vocaciones cumplidas de la mano

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

Interesada desde niña en la salud y el deporte, la vilagarciana Sabela Crespo ejerce en la clínica y en la base del Celta, club del que siempre ha sido aficionada

19 may 2022 . Actualizado a las 11:15 h.

Sabela Crespo Domínguez (Vilagarcía, 1996) tuvo claro muy pronto que quería orientar su vida laboral a los ámbitos de la salud y el deporte, que ha practicado desde niña. Llegado el momento, en la disyuntiva entre los estudios de Medicina y de Fisioterapia, se decantó por estos últimos y hoy ejerce en la clínica del Celta y en las categorías inferiores del club vigués. Teniendo en cuenta que es aficionada al fútbol en general y celtista en particular, admite que no le puede pedir más al trabajo que desempeña desde hace dos años.

A Crespo la figura del fisio siempre le había llamado la atención. Al practicar deporte —inicialmente, baloncesto—, tuvo oportunidad de conocerla de cerca. «Desde pequeña pude ver lo que conlleva lesionarse y el papel del fisio tanto en esas situaciones como en el día a día del deportista. Según iba creciendo, tuve cada vez más claro que me quería dedicar a ello», profundiza. Pero fue poco antes de comenzar la universidad cuando se decantó de manera definitiva y nunca se ha arrepentido: «Al principio pensaba en la posibilidad de hacer Medicina después, pero una vez que empecé, se me fue de la cabeza. Mi profesión me encanta», subraya.

Pese a su juventud, este empleo no es el primero para la profesional, que estudió en Barcelona y luego realizó el máster del Barça, lo que le permitió trabajar en el club blaugrana durante un año. «Tenía claro que me quería dedicar al deporte y, a raíz del máster, pude trabajar con la base y rotando con todos los deportes de equipo que hay en el club», detalla. Aquella experiencia supuso un aprendizaje con mayúsculas para Sabela. «Me abrió muchísimo a nivel mental, de experiencia trabajando. Me dio otra visión, fue un salto grande», valora.

De esta etapa señala que tuvo oportunidad de trabajar con doctores de renombre como Gil Rodas o Xavier Yanguas, del primer equipo de fútbol, y también con «pacientes top». Reconoce algo de vértigo y lo ejemplifica con que «le llaman ciudad deportiva y, realmente, es una ciudad, te tienes que mover por allí en coche de lo enorme que es». Eso contrasta con el trato cercano de los demás profesionales, con los que se sintió muy integrada. «Teníamos un día a la semana para exponer un caso aleatorio y entre todos sacábamos conclusiones. Fue muy enriquecedor», dice. También se hacían estudios para probar nueva técnicas y maquinaria. «Aquello es muy grande, pero como vas poco a poco, ni te vas dando cuenta», agrega.

Terminado su período allí, tenía ganas de regresar a Galicia. Estuvo en un par de centros y probó a enviar su currículo al Celta para ver si sonaba la flauta. Y sonó. «Me lancé y tuve mucha suerte», señala agradecida. Considera que el paso por La Masía le ayudó en el sentido de que el club vigués «quiere seguir la metodología del Barça a nivel de trabajo, de recuperación, fisioterapia...». Ella se incorporó a la clínica hace dos años y después comenzó a introducirse en el club, cumpliendo una de sus grandes aspiraciones: «Siempre quise trabajar con equipos».

Ahora combina el centro de Príncipe y la cantera, donde durante dos tardes a la semana está a disposición de todos los equipos, desde los benjamines al Juvenil A, junto con el resto de fisios de la cantera. Para los fines de semana, cada profesional tiene asignado un conjunto, que en su caso es el Cadete A. A esto le suma también su colaboración con el Celta de baloncesto femenino, especial para ella al ser un deporte que practicó.

El trato con los futbolistas de la cantera lo define como «muy bueno», sin que el hecho de ser mujer tenga relevancia alguna. «En un mundo tan masculino, siempre te da un poco de vértigo. Sí que pensaba que a ver cómo me acogían, pero no hay ningún problema», asegura. Cree que la situación en lo que a ella le incumbe está «muy normalizada» y fue eso mismo lo que sintió en el Barcelona, si bien en líneas generales, «queda mucho camino por recorrer» en lo que se refiere a la presencia femenina en el mundo del fútbol. «De los chavales solo recibo respeto. Si digo que hay que hacer eso, hay que hacerlo y ya está, que es lo importante», señala. Con la coach Laura Centoira tiene «la coña» de que son «las únicas mujeres de A Madroa».

No disponer de los fines de semana libres por tener que estar con su equipo no le supone un problema. «Lo llevo bien porque lo disfruto. Me gusta el fútbol y ver la evolución de los jugadores, que es impresionante», destaca en relación a la gran temporada de los cadetes de División de Honor. «Como dice nuestro entrenador, el partido es el examen de toda la semana. También de todo lo que estamos haciendo a nivel físico».

Lo mejor de su trabajo es comprobar que los resultados llegan, que futbolistas o pacientes se encuentran mejor. Cuando no ocurre, es un reto: «Quieres recuperar a esa persona cuanto antes e intentar buscar el quid de la cuestión. Le das vueltas a la cabeza para descartar cosas», sostiene. Percibe que desde fuera, el papel de los fisios aún no se valora lo suficiente. «Somos un poco más desconocidos, pero la gente se da cada vez más cuenta de que hacemos una labor importante», analiza.