Nino vio evolucionar a Damián en los cinco años que pasó en el club. «Era muy inteligente. Sabía dónde ir a una presión, le venía la pelota a un lado y la intentaba mandar al otro. Tenía conceptos tácticos que no eran normales en un niño tan pequeño». Con 8 años, siendo benjamín, a los padres de Damián les llegó un recado. «Nos avisaron del club, que tenían un correo del Celta pidiéndoles si lo dejábamos ir a un entrenamiento», recuerda su madre. Fue a varios. Y se quedó. Era el verano del 2011.
Nino se gana ahora la vida como conductor de un camión en una empresa de madera, pero no ha perdido la pista de Damián. «Voy a verlo a menudo y es impresionante lo que creció. Tiene alma de líder. Sabe cuándo tiene que guardar la posición, cuándo debe tocar fácil, cuándo tiene que jugar largo, corto, cuándo acelerar, cuándo ir al choque... Debe seguir mejorando, pero lo veo por el camino adecuado». En la trastienda, aquel canijo de 3 años. «Ya le veías cositas».