El fenómeno de Iago Aspas es un caso prácticamente único en el fútbol español contemporáneo. El aficionado del Celta se siente identificado no solo con su club, también con un jugador en concreto que, siendo el mejor futbolista del equipo, ha sabido transmitir que es un celtista más. Es muy claro cuando habla y transmite una cercanía evidente para cualquier seguidor.
Todo esto tiene un notable retorno para el club. Sobre todo en el nivel emocional, de compromiso de sus aficionados. Si falta Iago Aspas, la gente no va a dejar de ir a los partidos. Pero su presencia contribuye a la identificación con el club y al proselitismo que hacemos los seguidores de cara a captar o convencer a otros para sumarse a nuestra causa.
Este valor que aporta Aspas supera a lo que pueda proporcionar en la venta de camisetas. No está demostrado que esa incidencia repercuta necesariamente en la cifra global de ingresos directos de un modo elocuente para un club. Seguramente, el Celta no haya comercializado muchas más de las que hubiese conseguido expedir sin estar Aspas, pero cuando el aficionado decide ponerle el nombre de un futbolista a la que adquiere, mayoritariamente optan por el suyo. Para entendernos, Iago se lo quita a otro compañero o a una prenda que se quedaría sin personalizar.
El Celta ha sobrevivido y sobrevivirá como entidad sin Iago Aspas, ya en su madurez como futbolista de élite. Con este tipo de fenómenos lo que suelen hacer los clubes, una vez que terminan su práctica deportiva, es mantenerlos en algún eslabón de su estructura para que el aficionado no vea de golpe a su referencia fuera del club. El reto para el Celta es conseguir prolongar los valores que transmite Iago Aspas más allá de su retirada.
JAUME LLORENS ES PROFESOR DE COMERCIALIZACIÓN E INVESTIGACIÓN DE MERCADOS.