Una apuesta insuficiente

Julio Álvarez- Buylla VIGO

GRADA DE RÍO

Óscar Vázquez

Ya van 16 partidos y poco o nada parece cambiar. Los defectos superan a las virtudes

08 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya van 16 partidos y poco o nada parece cambiar. Los defectos superan a las virtudes. El Celta no consigue el grado de solidez necesario para abandonar una desesperante irregularidad que parece solo verse cuestionada con propósitos de enmienda lanzados cuando termina el partido. Sobre el césped, los celestes no encuentran su propio arjé, su principio y su esencia. Y esta indeterminación les condena, de momento, a transitar por el limbo clasificatorio con el elevado riesgo que conlleva entrar de lleno en la lucha por la permanencia.

El Valencia, como el resto de sus rivales en Balaídos, vino con la lección bien aprendida. No fue una lección magistral, pero sí lo suficientemente pragmática como para llevarse los tres puntos arriesgando lo mínimo, en espera de rentabilizar los recurrentes errores vigueses. Errores tan determinantes que no dejan margen ni para que el rival tenga la mínima duda a la hora de aprovecharlos. Un Valencia muy normal, al más puro estilo Bordalás, y que desde el principio buscó metros para robar y correr. Entregó el balón al Celta, alternando el posicionamiento plegado con ciertos momentos de presión alta que precisamente le valieron para provocar los dos errores en la salida de balón celeste, que a la postre les dieron el partido.

En área propia, el Celta tiene un problema sobre todo por dentro. El gol de Maxi Gómez es un cúmulo de errores más allá de una mala salida de balón. Faltó contundencia, faltó orientación, faltó rigor en las marcas y faltaron ayudas, que sobre todo se echan en falta cuando Renato Tapia no está. Los vigueses repiten la misma apuesta defensiva de los tres últimos años, pero lo que se constata esta temporada es que el rendimiento no es el mismo. Algo habrá que analizar.

Eduardo Coudet se mantiene invariable en su propuesta sin casi verse condicionada por rival, por el momento del partido o por el tipo de jugadores disponibles para ejecutarla. Y esto resucita el debate sobre si el modelo de juego escogido por un entrenador debe buscar sacar el máximo rendimiento a los jugadores o si son los jugadores los que deben adaptarse al modelo de juego elegido por el cuerpo técnico.

El 1-4-1-3-2, que sí funciona con unos jugadores de determinadas características, parece no tener el mismo resultado si Fran Beltrán tiene que jugar de interior de espaldas a portería, si Brais Méndez tienen que jugar como segundo delantero, si Augusto Solari tiene que jugar por dentro cuando su mejor virtud son los centros al área o si Franco Cervi, que posiblemente gane en rendimiento jugando en amplitud y con espacios, se ve encorsetado entre líneas y cerrado. Con Iago Aspas lesionado, y sin delanteros en el banquillo, el Celta pareció convertir en anárquico su juego de ataque, sobre todo porque no quedaba claro cuál era el objetivo de los celestes una vez recuperado el balón, generando además una entropía que de una manera u otra también acababa afectando a la organización defensiva.

Pero lo que es cierto es que Coudet tampoco lo tiene fácil. Con Aspas y Thiago Galhardo lesionados, los recursos de los que dispone el Chacho para jugar arriba son limitados. Lo que parece lógico es que, si el entrenador tiene como sistema de referencia jugar con dos delanteros, tener solo tres en plantilla sin siquiera además poder contar con los del filial puede ser un problema. Bajo estas circunstancias, o se ficha, o la búsqueda de alternativas en el juego parece haberse convertido en una prioridad.