Bea Álvarez, una animadora incombustible en Balaídos

M. V. F. VIGO

GRADA DE RÍO

Las cámaras de El Día Después se fijaron en el Celta-Sevilla en esta aficionada guardesa que lleva más de 20 años apoyando al equipo, antes en Preferencia y ahora Tribuna Baja

23 oct 2021 . Actualizado a las 13:56 h.

Las cámaras de El Día Después descubrieron el pasado domingo a Beatriz Álvarez, Bea para todos, y mostraron cómo vive su pasión por el Celta en un vídeo que se hizo viral entre el celtismo. Pero esta aficionada guardesa de 56 años lleva más de 20 siendo incondicional del equipo vigués desde Tribuna Baja -antes, Preferencia- y es un rostro conocido para muchos jugadores de las últimas décadas por su apoyo tanto en Balaídos como en A Madroa. Incluso Carlos Mouriño se lo ha agradecido personalmente en varias ocasiones. Sus pancartas en los años 2000, que captaban la atención de los fotógrafos, se hicieron también muy conocidas.

Bea cuenta que vivió el partido ante el Sevilla ajena a que estaba siendo objetivo del programa de Movistar. «Vi que grababan, pero pensé que era al palco, donde están los jugadores que son baja o a veces gente conocida que viene de fuera», comenta. Pero no. Se habían fijado en ella. «Al terminar, como voy con el bus de la Peña Baixo Miño, tenemos quince minutos para cogerlo enfrente de Citroën, así que me llamaron para preguntar el nombre, pero no me podía parar», dice. Con todo, se lo dijo, les comentó que llevaba más de dos décadas en el mismo sitio y tomó conciencia de que la habían pillado.

Le comentaron que les había llamado la atención por no parar de animar. «Cuando me dijeron que iba a salir en El Día Después pensé: ‘Ay, la leche, espero no haber dicho nada malo!'». Confiesa divertida que el chico que le da un manotazo es su hijo -abonado desde antes de que ella saliera del hospital tras dar a luz-, que le ha salido «muy celtista, pero muy soso» en lo que a animar se refiere. «Tiene 19 años y antes era como yo, pero ahora parece que le da vergüenza», comenta. Cuando él supo que saldría en la televisión, le dijo: «¡Ya la volviste a liar!». «Ya le digo que me salió un poco túzaro. Al Barcelona me va a ser imposible ir y me dijo que animará por mí. Esa zona se ve por televisión, así que ya le dije que como no le vea ondear la bandera, lo mato», bromea.

Bea recalca que frente al Sevilla animó como en cualquier partido, porque esa es su manera de vivir el fútbol. Pero admite que tenía un plus de motivación. «Estaba eufórica porque antes de poder entrar con el carné nos pusieron en Tribuna Alta y allí, cada vez que me levantaba a animar, porque yo casi nunca me siento, me miraban raro. Era la primera vez en dos años que estaba en mi sitio y fue una locura», comenta. Que la gente de su alrededor no le siga en su apoyo, como se ve en el vídeo, no le frustra ni le disuade de seguir.

Tampoco pensó nunca en cambiar de grada porque le encanta la cercanía con los jugadores. En ese sentido, reconoce que cuando por las obras tuvo que estar en lo alto de Río lo pasó fatal, se sentía desubicada. «En donde estamos nosotros igual no ves el 4-3-3, pero cuando sacan una falta o un córner casi los puedes tocar. Le gritaba un «¡vamos, Hugo!» y me oía, hasta se giraba y te hacía con el dedo «que sí, que sí». Cuando estábamos en la primera fila, hasta podía darle una patadita a Aspas en el culo en un córner», recuerda divertida.

 Como equipo y afición, el Celtiña es el mejor  (22 de abril del 2001)
Como equipo y afición, el Celtiña es el mejor (22 de abril del 2001) M. Moralejo

Las pancartas

En la época del EuroCelta, Bea hizo una primera pancarta en inglés que le decía al rival que ellos eran muy buenos, pero el Celta era mejor. Unos amigos empezaron a decirle que para el siguiente partido tenía que llevar otra y lo tomó al pie de la letra. Durante años, sus pancartas, muchas veces irónicas, eran un clásico de Balaídos. «Tengo 56 años y desde hace unos cuantos decidí que ya nada, que las haga la juventud. Yo animo y ya está», dice.

Las tiene todas guardadas con gran cariño. «Me da pena destruirlas, las tengo en el garaje, con recortes de veces que salí en los periódicos», cuenta. El garaje de una casa en cuya fachada hay un escudo del Celta en piedra que le regaló su hijo. «La gente pasa y se queda mirando», dice. Con las pancartas, los autógrafos de jugadores, algunos de los cuales han acabado siendo amigos. «Iba a A Madroa una vez por semana y esperaba a que salieran. Igual que en los partidos, cuando mi hijo era pequeño, esperábamos al salir y le regalaban que si unos guantes, una camiseta... Les llevamos galletas con el escudo del Celta que pintamos en casa... Nos lo currábamos mucho. Y al final vas haciendo amistad», celebra.

Cuando hace años se compró una moto, tenía claro que tenía que ser celeste. Y lo primero que hizo fue llevarla para que se la firmaran los jugadores de aquel momento, como Gustavo López, Lequi o Canobbio. Recuerda que aquel año descendió el equipo, pero presume de que ha seguido ahí con independencia de la categoría. «Lo pasamos genial hasta en Segunda. Sufrimos, pero lo seguimos pasando bien y animando al Celta», asegura esta aficionada que también ha ejercido de fotógrafa desde la grada y tiene un canal de YouTube con decenas de vídeos del Celta. Otra muestra más de su pasión.

Gran fan en su día de Mostovoi, ahora su debilidad es Hugo Mallo, que espera que «siga muchos años en el Celta» porque es «un orgullo». A él y a Iago Aspas les dedicó una pancarta en Segunda: Cos pitufos da canteira subiremos a Primeira. Pero con el moañés tiene una pequeña cuenta pendiente: «Llevo siete años pidiéndole la camiseta y aún no la tengo».

 Gustavo, siempre serás celeste , en su regreso con el Cádiz en mayo del 2008
Gustavo, siempre serás celeste , en su regreso con el Cádiz en mayo del 2008 Oscar Vázquez

Los orígenes de su afición

Álvarez fue futbolera desde pequeñita, pero cuenta que su padre la llevaba «a ver partidos en el pueblo», nunca a un Balaídos que pisó por primera vez pasados los 30. Pero llegó para quedarse. «Con 21 años me fui a Inglaterra y estuve once», señala. A base de ver cómo se vivía el fútbol allí, empezó a interesarse por el Celta y fue a su regreso, y de la mano de su marido, que si que era ya habitual en Balaídos, cuando acudió a su primer partido. «Fue la goleada al Benfica, como para no engancharse aquella temporada. Me hice socia enseguida y hasta hoy».

Cuando entra en su «templo», como ella se refiere al municipal vigués, se le olvida todo. «Allí dentro no tengo dolores ni preocupaciones. Lo vivo siempre a muerte, vaya ganando o perdiendo», subraya. Y es optimista por naturaleza: «Si perdemos, aunque se pasa mal, ya voy en el bus diciendo que en el próximo que vamos a ganar; si empatamos, que un puntito es un puntito. Y siempre les aplaudo, que los primeros que quieren ganar son ellos».

La repercusión del vídeo

Bea dejó Twitter hace tiempo porque «leía comentarios negativos del Celta, tenía que defenderlo y acababa mal». Pero, con todo, le llegó la cantidad de comentarios que generó su vídeo, la mayoría diciendo que hacen falta más como ella en Balaídos y, concretamente, en Tribuna. «Me llamó un amigo de mi hijo y me pasó un enlace para ver los comentarios. Me puse a mirar y dije: ‘¡Concho, pues no sabía yo (que había tenido tanta trascendencia)!'».

Pero destaca que quienes la conocen saben perfectamente como es: «No creo que vieran nada nuevo. Con mucha gente, hasta los de los bares, me saludo desde hace años». También el presidente Mouriño la tiene más que fichada. «Cuando iba con el coche, tenía el ritual de no salir del campo hasta que se fuera la última persona. Me quedaba animando en los entrenamientos que hacían a veces después de los partidos. Y el presidente, bajando del palco, muchas veces me daba la gracias por apoyarle y me decía: ‘Eres una campeona'». Ella se define como «animadora y sufridora» a partes iguales.