El Celta se curró el punto en Granada. Sin excesos. Sin defectos. Sin grandes cosas que enseñar y sin grandes males que esconder. Tuvo su oportunidad de llevárselo y tuvo la opción de perderlo. Nolito no acertó y Rubén Blanco lo evitó. Poco más. Hay resúmenes demasiado tranquilos. De esos partidos que son una avalancha táctica que los entrenadores son capaces de descifrar como muy interesantes, pero que al espectador se le hacen cuesta arriba.
Quizá una tranquilidad como la de Los Cármenes es la que el Celta necesita imponer, como club, para al menos una temporada. No deja de ser una paradoja que una entidad que se ha gestionado económicamente mejor que bien, en una época en la que además pintan vacas flacas por doquier, y que marcha ahora en zona tranquila tras temporadas abonados a la plaza dieciocho con la soga arrimada al hocico, no sea capaz de alcanzar una estabilidad deportiva y social presentable.
La gestión de la campaña de abonados no estuvo a la altura. Y dejarle a C. Tangana la enmienda no parece la mejor manera de disculparse. Con humildad para admitir el error y con sentido común para resolverlo hubiese sido más sencillo. En el año en el que han sido capaces de sacar adelante el ansiado proyecto de ciudad deportiva, se han alejado más que nunca de sus ciudadanos. No hay quien los entienda. ¿Por qué el Celta no comunica como lo debe hacer una empresa social de este calibre?. Profesionales, los tiene. La política de búnker es decisión de quien manda.
Con la situación deportiva sucede algo parecido. La dirección ha decidido, tras su inicio fulgurante, darle mando en plaza a Coudet. Algo inédito en los años precedentes. No tiene sentido que, los que veníamos solicitando que Chaves y Miñambres compartiesen la play, les aporreemos ahora que sueltan un poco el mando. Pero ¿era necesario todo lo que sucedió?. ¿No se pueden hacer las cosas de otra manera?. Ese respeto, como con los aficionados, es el que urge recuperar pronto. Un poquito de por favor.