Celtismo en Kosovo tras pasearlo por Irlanda, Suiza, México y Noruega

M. V. F. VIGO

GRADA DE RÍO

CEDIDA

Carlos García, vigués de 29 años, lleva tiempo viviendo fuera y presumiendo de celtismo allá donde va

28 ene 2021 . Actualizado a las 13:43 h.

El celtismo ha llegado a Kosovo. El encargado de hacerlo llegar hasta allí es Carlos García, vigués de 29 años que se ha acostumbrado a residir y vivir el celtismo lejos de casa. Desde que disfrutó de la beca Erasmus, ha vivido en Irlanda, Suiza, México y Noruega antes de establecerse en agosto del 2020 en su actual lugar de residencia. «Se echa mucho en falta el Celta y lo que para mí representa: no es solo fútbol, es el equipo de mi ciudad, mis amigos y mi familia...», introduce el aficionado.

Carlos García trabaja actualmente como profesor de infantil en el Colegio americano de Pristina, en Kosovo. Y la distancia no solo no ha hecho mella en su sentimiento celtista, sino que este se ha visto incluso reforzado. «El Celta es un amor que se lleva por dentro y te acompaña toda la vida, es difícil de explicar», comenta.

Lo que sí expone como un libro abierto es lo que más morriña le produce: «Extraño son las previas con mis amigos, ese momento de la semana en la que te reúnes y conoces gente que de otra forma no verías, pero estáis unidos por la misma pasión». También «ese momento cuando entras al campo, nervioso, subes por escaleras y poco a poco vas escuchando el sonido del público que se hace más fuerte con cada paso que das, hasta que notas los tambores dentro del cuerpo... eso es un momento increíble y de lo que más echo de menos.

En Kosovo, dice, muy poca gente conoce la ciudad de Vigo, pero cuando se les habla del Celta, la cosa cambia. «Cualquier persona de europa que tenga algo de conocimiento futbolístico nos conoce, y siempre nos recuerdan con cariño, como un equipo simpático que juega bien al fútbol, esto es algo que siempre me ha sorprendido». Porque no solo le ha ocurrido allí, sino también en otros países donde ha estado. «A donde he ido he intentado sumar adeptos a la familia céltica, siempre regalo alguna bufanda o camiseta a amigos o alumnos».

Sus experiencias lejos de casa, y siempre con el celtismo intacto, comenzaron con un Erasmus en Noruega. «Desde ahí he ido encadenando países; a Suiza me fui a lavar coches al terminar la carrera, luego a Irlanda, ya como profesor y donde estuve algo más de tres años», recapitula. Admite que cuando surgió la oportunidad actual le sonó «un poco loco». «No sabía mucho y lo que sabía no era bueno, pero una vez aquí me alegré de haber tomado la decisión de venir, estoy bastante contento, me gusta el país y la gente, y el trabajo es una gran oportunidad para crecer laboralmente», valora.

Por el momento, no tiene idea de regresar a casa. «Me encanta Vigo, pero hay muchos lugares que quiero conocer antes de volver. Vivir fuera te priva de muchas cosas, sobre todo relacionadas con la familia y amigos de toda la vida, pero también te da muchas otras». Incluso en lo futbolístico. «Fui a un partido de fútbol con los ultras del IK Start de la primera división de Noruega, ver al Chivas de Guadalajara ganar la Copa México en 2015 junto a buenos amigos, acudir a un partido de 3º división en Alemania...», enumera.

Además, Carlos colecciona bufandas y, aunque no las tiene contadas, sabe que supera la treintena. «Entre ellas hay algunas que considero reliquias y que las he intercambiado por bufandas del Celta con amigos; tengo una del Avellino de Serie C, del Stuttgarter Kickers de la Oberliga Baden-Württemberg, de los ultras del Ik Start de Noruega, del Eintracht de Frankfurt...», comenta.

Pero el equipo que siempre le acompaña es el Celta. «Mi primer recuerdo es un Celta - Atlético de Madrid en la 98/99 que perdemos 0-1 por gol de Valerón... y que nos privó de entrar en champions ese año creo». Su tío les transmitió a él y a su hermano «la pasión» por el equipo y luego llegó la época de ir con amigos. «Los partidos en segunda eran una locura; nos tirábamos al campo haciendo el pescaíto para celebrar los goles, le cantábamos a Papadopoulos, una locura...». Dejó de ser socio en el 2017 al dejar de ser sub-25 porque el pago le resultaba inasumible. Pero la pasión sigue intacta.