¿Cuánto corre la pelota?

GRADA DE RÍO

Óscar Vázquez

15 dic 2020 . Actualizado a las 09:06 h.

A Rosa se le temía no solo por todo lo estricta que podía ser con un atajo de chavales. Todo en su clase sucedía demasiado deprisa. «Rapidiño», era su muletilla cada vez que cuestionaba al tendido. Los mínimos segundos para elegir respuesta le parecían siempre demasiados. Escocían los ratos que te hacía pasar delante de tus correligionarios. Lo mismo despachaba tus notas en público —lo frecuente era afrontarlas en la intimidad— que se recreaba en tu renuncio mayúsculo para deleite de los que se habían librado. Esa implacable y continua exposición colectiva, que dolía incluso más que el retrato de tu propia nota, te mantenía en un permanente estado de tensión.

Una de las fórmulas de trabajo que Coudet ha instaurado en la plantilla desde que llegó a Vigo bien podría haberla inspirado en una de aquellas clases de Rosa. El día después de cada partido, el vestuario amanece lleno de papeles que escrutan al milímetro lo que cada uno aportó. Informes que miden los esfuerzos individuales con toda la precisión que la tecnología actual permite. Cada futbolista sabe exactamente los kilómetros que recorrió, la velocidad máxima que alcanzó o las intensidades con las que disputó o dejó de disputar cada uno de los minutos del partido. Y sabe, a la vez que los suyos, los mismos detalles de todos sus compañeros.

Si algo llama poderosamente la atención en este Celta renacido, además de la intensidad, su flexibilidad táctica, su reivindicada capacidad anotadora o la explosión de los rendimientos individuales —motivados quizá por ese efecto espejo en las notas del día después—, es la velocidad a la que ahora rueda el balón. Ante el Cádiz le dieron tanta estopa que al descanso teníamos la sensación de que ya había sucedido todo. Los futbolistas corren ahora cinco kilómetros más, sí. Pero, ¿y la pelota?. ¿Cuánto la hacen correr?. Igual se merecía su propia estadística en el vestuario. Que uno la ve frenarse un instante, pidiendo tregua, y le parece oír al Chacho gritar: «¡Rapidiño!».