La actitud sí que se negocia

GRADA DE RÍO

Luis Tejido

05 dic 2020 . Actualizado a las 20:34 h.

Dejó Coudet en su presentación aquella frase, repetida ya tanto por Simeone que a punto estará de aparecer en una de esas tazas tan socorridas como regalo, que dice que la actitud no se negocia. Tres partidos después el Celta tiene otra cara. Ha retocado algunos conceptos tácticos respecto al epílogo de Elche pero sobre todo le ha entrado el hambre. Brais intercepta el envío manual de Unai Simón a Capa porque llevaba ganas de comer. Otro día se hubiese girado mirando al suelo. Hugo Mallo entró hasta la cocina, para rematar con lo que encontró el servicio de Mina, porque llevaba encima el ansia de resarcirse tras verse señalado en sus propios renuncios. Los 150 partidos con el brazalete le despertaron un apetito voraz.

Coudet ha decidido echarlo todo al campo antes de que el silbato suene. Parece haber dado con un once en tres semanas, algo que Óscar no fue capaz de diseñar a tiempo. Le ha dado a Iago y a Denis mayor movilidad entre líneas, en las zonas en las que más daño pueden hacer. Aspas, sin perder eficacia anotadora, ha vuelto a desplegar su versión dorada como asistente.

Denis combina su guante, otra vez extendido en el germen del primer gol, y minutos antes en el anulado, con esa misión de coche escoba en la salida de balón de un inagotable Renato Tapia. Vaya recital otra vez del peruano, que asemeja esas máquinas aspiradoras que dejas girando por casa cuando te vas y se marcan un maratón de limpieza.

En tres partidos, el Celta suma ya más goles a favor —siete— que los seis que llevaba anotados cuando el Chacho arribó. Se ha despegado del foso y se hace selfis festivos al acabar los partidos. Ha pasado de un estado psicótico depresivo, que viene arrastrando en las últimas temporadas, a una especie de euforia desatada como la de quien se saca de encima su propio peso. El Celta sigue teniendo una plantilla más limitada que una carretera comarcal. Sigue pidiendo relevos a los Reyes Magos y la gestión de los cambios en San Mamés vuelve a dejarlo a la vista. Pero al menos ya se conoce en el campo y juega a lo mismo. El mayor drama de los últimos tiempos era esa sensación de que los futbolistas ni se conocían entre ellos, ni se ayudaban, ni sufrían lo mismo, ni siquiera parecían jugar el mismo partido.

Coudet parece haber encontrado una tecla que suena bien. Es evidente. Pero son los mismos peloteros del mes pasado. Con las mismas aptitudes que entonces. Porque las aptitudes sí que es más fastidiado negociarlas. Pero la actitud vaya si se negocia. No hay más que verlos ahora.