El conjunto vigués, que terminó mejor, superó el examen de Ipurua y comienza la liga puntuando (0-0)

X.R.CASTRO

La liga comienza para el Celta como finalizó la anterior, con un empate sin goles a domicilio que en este caso parece un buen punto de partida. Sufriendo por la falta de contundencia en el primer tiempo y mandando en el segundo. Con Emre Mor confirmando que regresó para quedarse y con Tapia dejando claro que su despliegue físico le puede hacer mucho bien a la medular celeste. Como el curso pasado en tantos partidos, faltó el gol. Nolito y Aidoo lo tuvieron muy cerca, pero el andaluz se encontró con la figura de Dmitrovic y el ghanés remató del peor modo con todo a favor.

El estreno liguero del Celta fue un ejercicio de resistencia de inicio. Si algún lugar hay en el mundo para ensayar la presión y la intensidad ese es Ipurua y el Eibar. Los armeros son todo pundonor, bloque alto y sucesión de centros laterales y por ahí sufrió el Celta, que con espacios también envió un aviso envenenado sobre la portería de Dmitrovic.

En este primer examen a los vigueses, en contrucción, les faltó contundencia en defensa. Araujo perdió un balón nada más comenzar y Pedro León no hizo diana con todo a favor. También pecó de blando Okay en un lío provocado por el empuje armero y los centrales se comieron una ocasión que acabó con una falta en ataque que el VAR hubiese invalidado de ser gol.

Lo mejor es que el Celta, con la ayuda de Okay y sobre todo Tapia desde el centro del campo y con la presión coral aguantó las embestidas y cuando pudo adelantó la presión, tuvo momentos de fútbol desde el centro del campo, robó todo lo que pudo y Nolito y Brais estuvieron más cerca del gol que nadie. Al sanluqueño, tras una contra con centro de Olaza, le respondió el portero local. Brais pinchó un balón dentro del área y buscó una vaselina imposible ante Dmitrovic que se fue alta.

El segundo tiempo fue más celeste. Los vigueses dieron un paso adelante en su funcionamiento buscando la presión alta y el Eibar cambió la presión por la corrección defensiva y solo puso en apuros en una ocasión a Iván Villar. Fue tras un rechace con un remate de Pedro Bigas sin pensárselo que se estrelló en el lateral de la red. Muy cerca del palo que defendía el meta de Aldán.

Todo lo demás, en este acto, fue de color celeste. Porque Aidoo tuvo la ocasión más clara en un centro que remató desviado en el área pequeña ante Dmitrovic y con Nolito a su lado esperando para rematar la faena.

Este acto también sirvió para confirmar que Emre Mor no volvió a Vigo de paseo (al menos de momento). Con espacios puso loca a la defensa local, con la ayuda de Iago Aspas, muy participativo y activo. Pero al turco le faltó el gol. Primero no llegó a un centro de Olaza y después, tras un precioso eslalon con progresión por la línea de fondo, vio cómo Dmitrovic le negaba el ángulo. El portero se rehízo y devolvió de nuevo el balón en el rechace de Hugo Mallo. La última de Mor llegó en un servicio de saque de falta de Nolito.

A medida que pasaban los minutos, el Celta demostraba estar un punto por encima a nivel físico que su rival, hasta que llegó la expulsión de Pape Diop en los armeros a falta de cuatro minutos. Entonces faltó claridad de ideas para atacar (siguieron con el balón largo que era un caramelo para la bien organizada defensa armera) y los célticos, con uno más, no fueron capaces de crear una sola oportunidad. Empezar puntuando a domicilio, y en un campo como Eibar, nunca es una mala noticia, pero el conjunto vigués todavía tiene mucho por pulir. Y por fichar. Ayer, dos novedades con respecto a la plantilla de la temporada anterior.