Pione Sisto, de la fuga a la cláusula irrisoria

la voz VIGO

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

El danés, que entrena al margen con el Celta, se marchó del hotel antes de firmar por el Copenhague y no alcanzó un acuerdo con el Midtjylland, ya que él quería una cláusula de rescisión de solo 5 millones

02 sep 2020 . Actualizado a las 09:45 h.

Pione Sisto volvió a vestirse de corto en la mañana de ayer en A Madroa después de regresar a instancias del Celta y tras superar la preceptiva prueba PCR, aunque trabaja al margen de sus compañeros. Atrás deja el danés un plantón al Copenhague que incluyó una fuga desde el hotel en donde el conjunto capitalino lo dejó descansando y ahora una imposición al FC Midtjylland parece dar al traste con la opción de jugar en el campeón danés. El céltico le exige que su cláusula de rescisión sea solo de cinco millones de euros, una cantidad irrisoria si el club comprador va a pagar tres por hacerse con sus servicios y el Celta, además, se quedaría con un porcentaje de una hipotética futura venta.

El último viaje a Dinamarca de Pione Sisto tiene tanto de argumento de película como el anterior en coche y saltándose el confinamiento en plena expansión de la pandemia. En esta ocasión lo hizo en un lujoso avión privado fletado por el propietario del Copenhague, equipo con el que llegó a pasar reconocimiento médico y tenerlo todo cerrado con un contrato de cuatro años a razón de un millón por temporada. Una operación en donde el Celta haría tres millones de caja, muy lejos de los 10 que ofrecía el Aston Villa el pasado verano, pero una suculenta cantidad en el mercado más atípico de todos los tiempos.

El problema llegó cuando el Copenhague dejó a Pione Sisto en un lujoso hotel descansando a la espera de rubricar el contrato. Porque cuando los emisarios del club regresaron al establecimiento a recogerlo para llevarlo hasta las oficinas, se encontraron que el futbolista no ya no estaba. Se había fugado. Literalmente.

Entonces hubo constancia de que el Midtjylland, su equipo de procedencia cuando llegó a Vigo, también había entrado en la puja. El vigente campeón de la Superliga danesa igualaba las condiciones del Copenhague, le daba un año más de contrato al futbolista y, además, acababa aceptando pagar los tres millones al Celta, a lo que no parecía dispuesto de inicio. Y en este punto apareció la última excentricidad de Pione Sisto, que reclamó que en su contrato aparezca una cláusula de rescisión de solo cinco millones de euros (en la actualidad con el Celta tiene 40 millones), algo a lo que se opuso el club comprador, ya que lejos de ganar dinero con una venta (como los seis millones del 2016) estaría firmando un negocio ruinoso teniendo en cuenta que el Celta se quedaría con un porcentaje y que tendría que pagarle de sueldo cinco millones de euros en cinco años.

La exigencia de Pione Sisto se convirtió en un muro infranqueable que dejó varado en Dinamarca al futbolista, que optó por quedarse a la espera de una decisión afirmativa del Midtjylland que no llegó a producirse, lo que derivó en la orden taxativa del Celta de que regresase a Vigo inmediatamente para someterse a la prueba del coronavirus y comenzar a entrenar.

Las últimas decisiones

La fuga y la cláusula irrisoria son las últimas decisiones de un jugador que intentó alimentarse de fruta durante 21 días, que ha sido apartado en varias ocasiones por diferentes entrenadores, que se saltó el confinamiento para recorrer 3.000 kilómetros, que puede salir de madrugada a pasear o que declina cambiar de aires pese e tener suculentas ofertas.

Una copiosa ensalada de extravagancias que parece haber colmado, y por mucho, la paciencia de un Celta que quería, y necesitaba, desprenderse del jugador para liberar una ficha y una porción de tope salarial, además de asegurarse un ingreso que le permitiría tener un mayor margen de maniobra en el mercado. La de Pione, a priori, sería la operación estrella del verano.

A día de hoy la única opción de poder vender al danés sigue pasando por un entendimiento con su anterior club. De lo contrario Pione Sisto corre el riesgo de quedarse un año en blanco (el que le resta de contrato) igual que le sucedió a Nemanja Radoja el curso pasado. Un culebrón de imprevisible final.