39 años de vida y de socio: «Lo nuestro es una pasión incurable»

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

A Manuel Fernández González su padre le abonó al Celta al nacer y él, que renueva año tras año, lo ha repetido con sus dos hijos

23 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Fernández González está a punto de cumplir 39 años de vida... y de abonado del Celta. Es uno de esos socios que lo son desde que vinieron al mundo, algo que agradece a su padre -cuyo carné, a su vez, tiene ya más de 50 años de antigüedad- y que ha repetido con sus hijos, Manuel y Alejandro, de cuatro años y ocho meses y que, como su progenitor, llegaron a la familia Fernández y a la familia celtista -oficialmente- al mismo tiempo. «Lo nuestro es una pasión, una enfermedad incurable que llevamos en la sangre», proclama.

Nacido el 16 de septiembre de 1981, su padre, Manolo, «inculcó el celtismo a la familia entera», relata. «Abonados fueron mis abuelos hasta que fallecieron, sigue mi y lo son mis dos hijos desde el día que nacieron», subraya Manuel, que aparte de tener el carné número 754, es accionista y peñista. «Acudo con mi familia todos los domingos desde que tenía tres años. Pocos partidos me perdí en este tiempo», cuenta orgulloso, lo mismo que de haber viajado con el equipo y visto «partidos de Primera, Segunda, Copa, UEFA, Champions, amistosos, ascensos, descensos... Vivido muy apasionadamente».

Manuel presume de que su padre le abonó a las pocas horas de nacer. «Él era socio, su padre también, sus suegros... Una familia de abonados desde hace décadas. Así que a las dos o tres horas de nacer, mi padre le dio un besito a mi madre y se fue a Balaídos», cuenta. Desde entonces, no ha faltado un solo año al momento de renovar. «Hasta que me muera o económicamente pueda, seguiré. Si hace falta, se saca el dinero de debajo de las piedras», afirma este masajista residente en Ponteareas.

Sus primeros partidos fueron con meses, pero desde los tres años ya comenzó a acudir con asiduidad a Balaídos. «Domingo tras domingo empecé a los tres años. Llevo 36 y espero que hasta los 100 por lo menos», anhela. Asegura que recuerda a la perfección a futbolistas que no están al alcance de la mayoría de las memorias de personas de su edad. «De gente como Marian, Arteaga o Lemos, generalmente mi generación no suele acordarse, sino aquellos que tienen 50 o 60 años», calcula. Él se autodefine divertido como «un poco friki»: «Puedo recitar casi todos los jugadores que pasaron desde el 84 hasta ahora».

Oscar Vázquez

A sus espaldas, muchos viajes, incluidos europeos y finales de Copa. Pero no es de los que están solo para las grandes citas: «Como si va a jugar el Celta con el Cuspedriños, que ahí vamos». Así ha sido desde que tiene uso de razón. «En mi casa el celtismo se vivió de una manera profunda, siempre se respiró celtismo. Tengo recuerdos claros y vivos de estar en Balaídos desde los cuatro años. No sabía lo que era un fuera de juego, peor ya me vestían del Celta y esas cucadas que ahora hago yo con estos mequetrefes», comenta en referencia a sus niños.

En estos casi 39 años, Manuel nunca se ha planteado dejar de ser socio. «Es como una especie de tradición familiar. Son muchas décadas de abonado, crecí 27 años en Río Alto y doce o trece en Río Bajo. Cuando vas desde chiquitito ves siempre a las mismas personas durante años, te ven crecer...», dice sobre lo que considera otra especie de familia. «Y para mi padre y para mí suponía dos o tres horas de desconectar del trabajo o los estudios, de la vida cotidiana, del estrés», valora. Asegura que son de los que animan siempre, «haga sol o caiga un meteorito». Si en su infancia iba con sus abuelos y su padre, ahora acude con este último y sus hijos.

Como mejores momentos se queda con los ascensos, las clasificaciones para Europa y los derbis vencidos; en el debe, los descensos, las finales de Copa perdidas y el fallo Guidetti-Beauvue en Manchester -«pasarán décadas y seguirá clavado en el corazón». Pero destaca que «la suma entre momentos buenos y malos crea una unión con el Celta, con el celtismo, con la familia». Y mención aparte le merece su padre: «Gracias a él soy lo que soy, un celtista hasta la médula, hasta las trancas».