El Celta no encuentra su sitio en El Sadar

Julio Álvarez- Buylla

GRADA DE RÍO

Eduardo Sanz Nieto - LOF

Los vigueses parecen empeñados en salvar la categoría no demérito de sus rivales, no por méritos propios

13 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta sigue desaprovechando sus oportunidades de cerrar la temporada con tranquilidad y dando rienda suelta a la ilusión generada por un nuevo proyecto cuyo diseñador ya ha sido confirmado en la dirección celeste. Y es que, como el año pasado, los vigueses parecen haberse empeñado en salvar la categoría más por deméritos de los rivales que por méritos propios y eso de confirmarse en los dos partidos que restan como mal menor podría generar dudas de cara al futuro.

Los celestes cayeron en Pamplona porque no merecieron otro resultado. El calor, el cansancio acumulado, la presión por alcanzar algo que ya se veía en la mano después del empate ante el Barça, la necesidad de tener a Rafinha en el campo, la baja de Murillo, jugador hoy por hoy fundamental en el equipo, y las numerosas vueltas que le dio Óscar García a su pizarra pueden ser atenuantes, pero no valen como justificación de un partido en el que el Celta ni siquiera fue capaz de hacer suyo el dicho «si no puedes ganar, por lo menos no pierdas» y en el que además los vigueses parecieron haber regresado a la época de las dudas defensivas, concretadas en las concesiones en los centros laterales.

Y es que a veces sucede que los entrenadores salimos con una idea clara de que es lo que queremos, trabajada concienzudamente durante la semana, pero que una vez plasmada sobre el terreno, tardamos poco en darnos cuenta que no va a funcionar. El sábado le debió pasar esto a Óscar, que utilizó hasta tres posicionamientos distintos y variaciones tácticas hasta ahora no empleadas. Solo ocho minutos después de arrancar el partido y un instante antes del gol de Mina, el director celeste ya había tocado el equipo pasando a una defensa de cuatro, incrustando a Jorge en medio campo y con Beltrán partiendo desde banda. El cambio o el gol parecieron desconcertar momentáneamente a un rival que había salido al campo mejor que los celestes. El empate, en una de esas jugadas de antes que parecíamos ya tener superadas, devolvió la igualdad al marcador y al juego, convirtiendo los minutos restantes en un intercambio de oportunidades.

Con el cambio natural de Nolito al descanso, se llegó al minuto 65 en que las apuestas de unos y otros rompieron el equilibrio de fuerzas. Mientras Osasuna modificaba su banda derecha por donde el Celta había encontrado espacios para generar peligro, los vigueses retiraron a sus dos jugadores más en forma de los últimos partidos para apostar por un doble pivote y por un doble lateral, entendemos que para tapar las entradas de un incisivo Estupiñán. Este último recurso, un recuerdo del habitualmente empleado por el Ancelotti del 2013 para amarrar los minutos finales.

Si en algo es probable que haya quorum es en la importancia de Rafinha sobre el terreno de juego. Cansados o no, a veces hay jugadores que es necesario que estén sobre el terreno en los momentos que tienen que estar, y a día de hoy este es el caso del hispanobrasileño. Las soluciones finales parecieron más una apuesta por la supervivencia del punto que una decidida propuesta por la victoria. Y esta vez salió mal.

En una competición reflejo continuo de una montaña rusa emocional, ahora a dos jornadas del final, se requiere calma y sobre todo frescura en las ideas y decisiones dentro y fuera del campo. Pero está claro que una cosa es predicar y otra dar trigo.