Pero poco a poco el Rayo se fue viniendo arriba. Primero se hizo con el balón, comenzó a moverlo en el centro del campo y en una llegada se encontró con un regalo de Boudebouz, que quiso controlar un balón en dos tiempos en la frontal del área y de espaldas y lo único que hizo fue derribar a Advíncula. Embarba tiró el penalti y, aunque Rubén adivinó el lado, acabó marcando.
El Celta pudo arreglar el asunto en la jugada siguiente, pero Maxi no superó a Dimitrievski en una jugada con pinta de penalti que en realidad no lo era. Tampoco el VAR consideró punible una mano reclamada por Aspas poco después y que supusieron la roja para Escribá. El diez y Lobotka fueron los que más tiraron del carro y el eslovaco estuvo más cerca que nunca del gol, pero se le hizo de noche ante el meta rival. La única noticia positiva de todo el primer acto, igual que la semana pasada, llegó desde Mendizorroza con el gol del Alavés, lo que dejaba de nuevo el colchón celeste en siete goles.