Cardoso revolucionó el once pensando en la liga y el resultado fue un partido sin ocasiones de gol
05 dic 2018 . Actualizado a las 23:40 h.
Siempre quedará la duda de qué podría haber pasado si Cardoso, en vez de poner patas arriba el once del Celta, hubiese apostado por soñar la Copa del Rey. Pero el luso hizo su apuesta mirando de reojo a Villarreal. Priorizó descansar a sus jugadores más solventes, reservó a los goleadores, confeccionó un once inédito con un ataque todavía más inédito, y el resultado fue el adiós al torneo del KO con un balance ofensivo paupérrimo. Una despedida copera plana y triste con un puñadito de futbolistas esforzados pero romos que no sabían cómo hincar el diente a un rival que liquidó el partido en el primer tiempo y se echó la siesta en el segundo. En Anoeta el Celta se sacrificó voluntariamente en aras de un triunfo deseado en Villarreal. Ahora, que la apuesta salga bien.
los onces
Ambición y conformismo
Si el once titular sirve como termómetro para valorar el hambre de Copa, Cardoso y Garitano ya dejaron claras sus intenciones desde el minuto cero. Mientras la Real Sociedad ordenaba su equipo de gala, empezando en Moyá y acabando en Januzaj, en el Celta solo Okay sobrevivía del último once. El técnico luso fue tres niveles más allá de las rotaciones, prescindió de los dos goleadores, de su zaga de referencia y volvió a dar a Sergio Álvarez las riendas de la portería. Mazan, inédito hasta la fecha, jugó su primer partido del curso, Kevin jugó el tercero, y Roncaglia, Cabral y Júnior, que no habían contado para el entrenador, estructuraron la línea de tres centrales. Okay tuvo a su lado a Beltrán, y arriba fueron Hjulsager, Pione Sisto y Emre Mor los encargados del ataque. Lo nunca visto.
la clave
Un ataque 100 % danés
Por primera vez en mucho, muchos partidos, el Celta salió al campo sin Iago ni Maxi, su seguro del gol. Los dos fueron espectadores desde el banquillo durante la primera mitad y comprobaron cómo Mor, Hjulsager y Pione montaban una línea de tres que sacó rendimiento a sus virtudes. Porque los tres daneses son pequeños y muy, muy rápidos, pero apenas rompieron líneas, no encontraron asociaciones acertadas ni sus compañeros les metieron balones al hueco por donde podían aparecer para sangrar a la Real Sociedad. Se enredaron en combinar sin realmente buscar la portería de Moyá. Hjulsager, el más hacendoso de los tres, probó fortuna cada vez que un balón se le puso a tiro, pero todos sus intentos fueron blandos. Mor deslumbró con un autopase para después estrellarse con el portero y Sisto fue a lo suyo. Rotondas y más rotondas, como diría Carlos Blanco. Cuando Maxi y Iago entraron al terreno de juego el partido tomó otro rumbo, pero ni ellos lograron disparos a portería. El Celta se lo puso demasiado fácil a su rival.