Del «no jueguen» al «esto no es para mí»

GRADA DE RÍO

Xoán Carlos Gil

03 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Todavía en Argentina, antes de fichar por el Atleti, Simeone pidió permiso a Guardiola para asistir a sus entrenamientos en Barcelona y empaparse de su método. «No me gusta, esto no es para mí» acabó reconociéndole antes de precipitarse por la puerta de salida. Mohamed es un apasionado del cholismo, de la herencia maqueada de Bilardo. De exprimir toda la pasión en una inagotable apología del resultado que huye de la estética e incluso del fútbol si hace falta. Al Turco, desde que David Soria salió a festejar la temporada de vendimia y dejó al cogote de Maxi culminar, le sobró el partido. Quiso montar un búnker como los del Cholo pero dónde Godín y Giménez eran solo un espejismo. Cuando el árbitro cobró el descanso, Mohamed se plantó en el vestuario con la consigna clara. Pidió abiertamente a los suyos el mayor contrasentido que puede pedirse en un juego: «No jueguen». Así evaporó al centro del campo y dejó como único recurso el reparto de melones aéreos a Maxi y Aspas, condenados a picar piedra en soledad en busca de alguna segunda jugada.

Con Boufal y Pione mirando al infinito en el banquillo, Mohamed decidió bajar sus cartas. Llamó a Okay y a Néstor Araújo -más que sorprendente su suplencia, visto el rendimiento de Roncaglia- para que acumulasen piernas en el achique. Y así, el técnico volvió a dejar a los suyos ensayando el cholismo en una colchoneta como si tuviera un equipo que no tiene. Como si su pretendida filosofía pudiese vencer a la aritmética en un agónico ejercicio de resistencia. La plantilla no está pensada para eso. No se ficha talento para encerrarlo en el maletero de un autobús. No se diseña una de las medulares con más futuro para partir al equipo por la mitad hasta cuando entrena. A Mohamed solo le interesan las áreas y lo demás le parece un estorbo.

La victoria hubiese situado al Celta con la misma puntuación que su admirado Atleti en el balcón de la Champions. Pero Balaídos silbó. Y pitó el camino, no el resultado. Se hubiese enfadado igual si el Getafe se marcha de vacío como una escopeta de feria. El mismo enfado de Hugo Mallo lanzando el brazalete al suelo cuando cruzaba el banquillo rumbo a vestuarios. Allí, tras ser sacrificados ambos, Jensen y Beltrán se habrán mirado a los ojos y habrán pensado aquello mismo que espetó el Cholo: «No me gusta, esto no es para mí».