El Celta se olvida de hacer magia con el balón

GRADA DE RÍO

Xoán Carlos Gil

El once de jugones que alineó Mohamed mostró un fútbol marchito que apenas inquietó al Getafe

02 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta ya no respira a través del balón. Han perdido su conexión. Ayer, en la enésima corrección de Antonio Mohamed, sobre el césped de Balaídos se vio a un once de peloteros, jugadores de buen pie a los que les gusta la tenencia, el control, llegar a la portería contraria con la pelota pegada. Pero ese equipo de jugones no supo interpretar la música del fútbol. La posesión fue incómoda y estéril, y el Getafe acabó rescatando un empate. Un punto que deja herido al equipo y que para la afición tuvo un culpable, el entrenador.

el once

El estreno de Jensen

Fiel a su palabra, Mohamed apiló en el once un montón de jugones. Limitó la defensa a cuatro efectivos, armó una línea de cuatro centrocampistas y dejó a Maxi y a Aspas en punta. En la zaga volvió a cambiar las fichas. Respetó a Mallo, Cabral y a Roncaglia, y sentó a Araujo, y apostó por Júnior Alonso en vez de Juncà para el costado zurdo. En la medular, que en las últimas contiendas había sido especialmente defensiva, apostó por Fran Beltrán para el puesto de pivote y adelantó a Lobotka. Y una vez más, el eslovaco estuvo desubicado, fuera de su posición. Para tener el balón y crear, el Turco se encomendó a Brais Méndez, caído a la izquierda, y al esperado Mathias Jensen. El danés debutó, pero su ritmo todavía está anclado al fútbol nórdico, lejos de la exigencia de LaLiga, y el maridaje de tanta calidad no obró el resultado esperado.

la idea

El equipo está sin esencia

Los nombres invitaban a pensar en un Celta mandón, asociativo y veloz, pero solo en los inicios de ambas partes se percibió eso. Al equipo le faltó entendimiento, visión e intención. Tuvo el control del balón, pero sin saber qué hacer con él. Era un equipo sin profundidad, ni ritmo ni ese fútbol de memoria que tanto se añora en Balaídos. Faltaba precisión en el pase y, lo que es más delicado, ver a un Celta que sabe a lo que juega. El Getafe, con su practicidad, destruyó los tímidos intentos celestes de convocar a las hadas. Porque de poco sirve tener el balón si no se sabe qué hacer con él, a quién pasárselo con garantías y cómo encontrar grietas en el rival. El fútbol estático no genera rentas, y no siempre aparece Iago Aspas.

la defensa

Sigue faltando solidez

El Celta se llevó un punto y no hizo méritos para más. Para no variar, el rendimiento defensivo estuvo lejos de lo exigido, y lo que es más preocupante, incluso la banda de Hugo Mallo dio síntomas de cansancio. Al equipo le falta consistencia atrás y solo la falta de puntería de los rivales y los buenos reflejos de Sergio Álvarez evitaron un mal mayor.

las decisiones

Cambios y recambios

La lectura de partido de Mohamed dejó que desear. Sobre todo, a la hora de realizar los cambios. La entrada de Okay para dotar de más envergadura y altura al equipo no funcionó, y cuando ingresó Araujo en el campo, el equipo encajó el segundo. El Celta había pasado de tener un perfil ofensivo a uno esencialmente defensivo, pero el gol obligó al entrenador a deshacer el cambio, quitar un central y meter a un Sisto que tampoco desbordó por su banda. Una noche gris para todos. Porque la única nota positiva fue ver cómo la dupla Aspas-Maxi tiene éxito en su versión 2.0. Si la temporada pasada fueron una las parejas de ataque más rentables, este año van por el mismo camino. Llevan 9 de los 12 goles celestes.