Orgullo agridulce con sabor a fin de temporada

La Voz

GRADA DE RÍO

Óscar Vázquez

El celtismo se marchó satisfecho con el trabajo del equipo, pero sabedor de que un punto es insuficiente para el objetivo del curso

18 abr 2018 . Actualizado a las 10:14 h.

El Celta-Barca tenía muchos ingredientes de partido atípico. En martes, con las opciones europeas del equipo vigués casi agotadas y con el ambiente enrarecido por el nuevo capítulo del conflicto entre club y Concello que se había desatado el día anterior y que convertía el palco en uno de los grandes focos de atención. Pero una vez con el balón rodando, fue como estos duelos tienen acostumbrada a la afición: llenos de emoción y alternativas, con un gran Celta que hizo vibrar a su hinchad y que mantuvo en ella la fe en el triunfo hasta el último suspiro.

La emoción había brillado por su ausencia en el recibimiento -poca gente y algo fría, la mayoría culés que se quedaron sin ver a sus ídolos por lejanía del punto exacto donde autobús dejó a la plantilla blaugrana-, pero apareció luego. La grada se entregó en direcciones opuesta desde antes de empezar: aplausos a Denis, silbidos al palco, ovación al equipo, pitada a Unzué. Con el balón en juego ya todos a una, menos los simpatizantes blaugranas que se destaparon con el primer gol del partido.

Antes de ese momento, el celtismo se había echado las manos a la cabeza unas cuantas veces, tantas como ocasiones desperdiciaron los celestes. Hubo que esperar al suspiro antes del final del primer tiempo para celebrar el gol celeste de Jonny. Había vida y 45 minutos para ilusionarse con la machada, pero la ilusión se tornó en impotencia cuando Fernández Borbalán no quiso ver un derribo a Maxi dentro del área en una decisión que indignó al público.

Cantaba Balaídos «vamos, Celta, mete un gol» pero primero llegó el del Barça, que luego se pondría por delante. El 'Aspas on fire' con el gol que supuso el merecido premio al partidazo del moañés volvió a convertir Balaídos en una fiesta. Quedaba tiempo para creer y tuvo Boyé el gol de la victoria. También hubo momento para la sorna, con cánticos para el Barcelona de «¿y la Roma qué?».

Al final empate y el celtismo se marchó orgulloso de un equipo que volvió a plantar cara al Barcelona, pero cuando ya no era suficiente para colmar sus aspiraciones europeas aunque Unzué mantenga que aún es posible. Por eso la sensación a la salida de Balaídos, y aunque queden partidos por delante, era de fin de temporada. El sabor agridulce de ayer seguramente tenga el mismo regusto que el curso 2017/2018 celeste.