Pasión por el fútbol en familia y a 12.000 kilómetros de casa

GRADA DE RÍO

Oscar Vazquez

Eduardo Domínguez y su hijo Borja logran como parte del cuerpo técnico del Beijing Renhe el ascenso a Primera china

22 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Son de los que piensan que las oportunidades no se pueden dejar pasar. Ni siquiera si suponen marcharte a 12.000 kilómetros de casa. El fútbol llevó primero al preparador físico Eduardo Domínguez (Vigo, 1968) al Beijing Renhe chino y, unas semanas después, su hijo y compañero de profesión Borja (Vigo, 1988) siguió sus pasos. Meses más tarde, pueden presumir de haber logrado el objetivo del ascenso con el que les contrataron. En enero regresarán para emprender una nueva aventura en el mismo equipo, pero en la máxima categoría.

Para Eduardo lo de hacer las maletas no era nada nuevo. Tres años en el Spartak de Moscú más una experiencia en Emiratos Árabes -en el Baniyas donde coincidió con el excéltico Larrivey- eran su bagaje internacional después de haber pasado por Celta y Deportivo. Cuando Luis García Plaza le llamó para presentarle el proyecto chino, la respuesta fue un sí rotundo. «No estaba muy animado, ir a la Segunda china con la familia aquí no es algo que de primeras te emocione, pero una vez que aparece un trabajo, no puedes decir que no, así que no lo pensé», analiza. Le ofrecían un buen contrato, con una propuesta económica importante y «eres un profesional, tienes que vivir y no puedes decir que no», comenta.

Entre quienes más animaron a Domínguez padre estuvo su hijo. Por eso cuando le llegó el turno a él, tampoco dudó. El club veía la necesidad de reforzarse con una persona más y no era fácil encontrar a alguien dispuesto a marcharse quizá solo por unos meses. «Los que nos dedicamos a esto buscamos un paso hacia la profesionalidad. Es nuestra pasión y, aunque estaba a gusto en Vigo -trabajaba en la base del Celta y en una clínica-, no me lo pensé», dice Borja.

Se encontraron un club con mucho camino por recorrer y, celebran, que se «deja hacer». Es decir, fueron receptivos desde el principio a lo que su primer cuerpo técnico occidental en diez años trataba de implantar. «Están acostumbrados a un modelo de entrenador dictador, con los jugadores en el papel de soldados que obedecen. El cambio de relación fue para ellos aire fresco», dice Eduardo. Con la ayuda de tres traductores, fueron introduciendo cambios que afectaron tanto a la estructura del club como a la metodología, con aspectos como los hábitos alimenticios o la programación prepartido.

A Borja la experiencia le ha ayudado a ser «más empático, tolerante y tener la mente más abierta» al sumergirse en una cultura futbolística y no solo, completamente distinta. «Llegas para cambiar cosas e implantar tu metodología, pero tienes que respetar sus costumbres y saber hasta dónde puedes llegar», desgrana. Por eso mismo, destaca, cada día en China ha sido un aprendizaje. «Esa situación hace que generes nuevas herramientas de trabajo que metes en la mochila y que seguro que serán de ayuda para experiencias futuras», añade.

Han podido comprobar que el fútbol chino está en crecimiento, con la llega de técnicos y jugadores extranjeros que están incrementando el nivel. «Ya no solo se ficha a futbolistas que vienen de vuelta, sino de 27-28 años, que es una edad muy buena. Ahora incluso se habla de Maxi Gómez, que tiene 21», recuerda Eduardo como ejemplo de la gran apuesta que se está haciendo por crecer. Padre e hijo forman parte de ella y en unas semanas volverán con ganas renovadas. «El haber ascendido tiene su atractivo y otro aliciente», admiten. La ambición volverá a ser su guía.