Propuesta ambiciosa, juego limpio y final inmerecido

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

El Celta ofreció mucho fútbol y poco miedo, pero la pegada blanca y el arbitraje le pasaron factura

18 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El fútbol y la valentía no siempre tienen recompensa. Y eso fue lo que experimentó en carne propia el Celta frente al Real Madrid. Salió a honrar a la pelota, a jugar limpio en todos los sentidos y a ser fiel a la identidad que le ha inoculado Berizzo. Pero se encontró enfrente la pegada del Real Madrid y a un Martínez Munuera que ha pasado de ser árbitro talismán a no ser bienvenido entre la parroquia local.

La propuesta

Mucho fútbol y poco miedo

El Celta tenía que salir a por todas. No por ser juez de la Liga, sino porque necesitaba reconciliarse con la competición doméstica tras la imagen dada en la contienda de Vitoria. Por eso el sancionado Berizzo sacó su mejor once, el de Manchester, con la ausencia de un Radoja que no se recuperó a tiempo. Pero más allá de nombres, lo que se vio fue a un Celta tan valiente como en Old Trafford. Un equipo jugón que miraba a los ojos a un Madrid que también salió a presionar. Un Celta que cortaba balones en el centro del campo y se volcaba con todo en ataque. Una propuesta peligrosa que favorecía los contragolpes rivales. Un precio que los célticos estaban dispuestos a pagar. Era su peaje.

El problema

¿Quién se atreve a disparar?

En la primera mitad el Celta coleccionó llegadas. Hubo un momento, ya con el 0-1, en el que tuvo contra las cuerdas a todo un Real Madrid. El problema fue que o los delanteros no tiraban, caso de un Guidetti y un Pione Sisto que le han cogido miedo a la portería, o que el balón acababa fuera, como los tres o cuatro disparos que Aspas envió a medio metro del poste. El Celta ha acabado la temporada con un problema de pegada muy serio. Le faltó frente al United y lo ha acusado en la Liga. Si Aspas no marcaba, el equipo se quedaba sin gol.

Los momentos

Agotamiento físico y mental

El Celta acabó agotado física y anímicamente. Ese cansancio extremo, esa falta de energía en las piernas y en la cabeza, colaboró para que el marcador fuese tan abultado. Por fútbol, el resultado no habría sido un 1-4, pero la pegada del Real Madrid no perdona, y menos cuando huele sangre. El tercer tanto blanco fue el que inclinó la balanza. Por ser ya irremontable y por llegar justo tras el gol de Guidetti. Ahí los célticos empezaron a notar en los músculos cada uno de los 59 partidos disputados y todos los disgustos, comenzando por el de Manchester.

La expulsión

La gota que colmó el vaso

El Celta acabó desquiciado con el arbitraje. Tanto, que ni Ernesto Marcucci, que sustituía al sancionado Berizzo, acabó en el banquillo. Munuera le envió al vestuario, donde ya estaba un Aspas expulsado injustamente. Esa decisión acabó de descentrar a los celestes, muy enfadados con el doble rasero del colegiado. Sus decisiones, que nada tuvieron que ver en el marcador, acabaron sacando del partido al equipo.