Balaídos mantiene viva la magia

M. V. F. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

El celtismo respondió a la llamada y llevó al equipo en volandas todo el partido

10 mar 2017 . Actualizado a las 19:11 h.

El celtismo respondió ayer a la llamada. Desde Berizzo a Guidetti, pasando por las peñas y los aficionados que habían puesto sus entradas con descuento a disposición de quienes las quisieran, todos querían dejar atrás el Balaídos lejano del lleno de otras citas recientes. Y ya no hubo excusas. Eran unos octavos y el municipal vigués estuvo a la altura. No solo en número, porque aparte de ocupar asientos, se trataba de hacerse oír.

Durante la tarde, y hasta justo antes del inicio, las taquillas seguían abarrotadas con gente que quería adquirir su entrada. Mientras, lo autobuses y coches de los peñistas y aficionados de fuera ponían rumbo a un Vigo donde las banderas y bufandas había ido surgiendo en las ventanas y balcones en las horas previas. Quedaban atrás los partidos a las 19 y el Celta se disponía a afrontar esta ronda diez años después.

Ya dentro, hubo que esperar a los últimos instantes previos al inicio para saber cuál sería el aspecto final de la grada. Lejos del lleno, pero no tanto. Dicen los que estuvieron en aquel partido frente al Xerez en Segunda que mejor aquellos 8.000 que el Balaídos de los llamados grandes. Y el de ayer fue un nuevo ejemplo.

Rugió el estadio, siempre impulsado por la grada de peñas que abandera Irmandiños, ya desde el momento de corear a los suyos en las alineaciones. Llegaría luego el himno a capela, bufandas en alto y gargantas desgañitándose, y la salida de los jugadores, en la que los gritos de ánimo al equipo taparon al himno de la Europa League. Comenzaba la magia.

Con el balón en juego, el celtismo no decayó. «Alguna va a entrar seguro», exclamaba un aficionado en el descanso. Antes casi se había cantado el gol en dos acciones consecutivas de Guidetti y otra posterior de Pione.

El intermedio fue para algunos hora del bocata y para los más pequeños algún bostezo de sueño. Luego el clásico Equipo A servía para despertar a todos y avisar de que la pausa se había acabado también para la grada. Banderas en alto y otros 45 minutos por delante para soñar.

La segunda mitad no pudo empezar mejor, con el gol que se había resistido antes. Celebró con furia Balaídos el tanto de Wass, pero no tardaba en llegar el jarro de agua fría del empate. Acostumbrada la grada a las alegrías fugaces, se recuperó de inmediato para volver a empujar. Todavía celebró un gol más a la espera de lo que suceda la semana que viene. Allí tampoco faltará el celtismo.