«O celtismo vive un pesadelo»

m. v. f. / x. r. c. VIGO

GRADA DE RÍO

Oscar Vazquez

Los pequeños accionistas expresan sus sensaciones ante la venta del Celta

09 oct 2016 . Actualizado a las 17:36 h.

Incertidumbre, preocupación, tristeza o tensión son algunas de las palabras a las que recurre el celtismo para definir el momento que vive la afición ante la inminente venta del club. «É un pesadelo que nunca pensei que viviría co Celta. Non nos colle na cabeza», dice Filipe Abalde, del Colectivo Nós, uno de los pequeños accionistas reunidos esta semana por La Voz para palpar sus sensaciones.

Están a la expectativa, pero reconocen que el escenario que se les presenta no les gusta lo más mínimo. Y hay dos aspectos que les inquietan especialmente: la gestión económica y la identidad. «O que máis me preocupa é que veñan coa idea de sacar beneficio, vender e deixar ao clube pelado. Unha vez que estean á fronte non é que poidan vender xogadores, poden vender a sede, a marca, o escudo, o que queiran sen importalles o que deixan», lamenta Christian García Sotelo, de Preferencia Celeste. Para Abalde «o Celta é a cultura, a tradición, os símbolos, o tema idiomático...», por eso cree que será difícil identificarse con gente que viene de fuera y que no comparte todo eso. «Dáme igual un chino que un brasileiro. A min non me compran con fichaxes, inversións ou títulos. Se quixese gañar títulos sería do Madrid ou do Barcelona. Eu quero ao meu Celta co que a día de hoxe me identifico», señala.

Argimiro Rodríguez, accionista de la peña Rikitrí, teme por «todo o que vén detrás e o que pode pasar cando teñan clubes en España, Francia, Inglaterra e dominen absolutamente», mientras que Miguel Lorenzo, accionista de Centolos, se muestra más receptivo. «Vivimos no mundo da globalización. Estamos dando por feito que van vir só a facer negocio e eu prefiro esperar e darlles o beneficio da dúbida».

Desde la peña Churrascos, Pablo Álvarez no concibe «que haya salido la foto de los chinos en A Madroa, que ya los haya visto todo el mundo y nadie se haya dignado a hablar y dar una explicación». También Santiago Mariño, de la peña Natxo Insa, pide que se rompa el silencio. «Me gustaría que nos presentaran un plan de viabilidad para los próximos diez años. Ahora el club es un caramelo y no nos vale si vienen a aprovecharse, a desmantelarlo y a llevarse el dinero».

Creen también que aunque sea de manera gradual, el club experimentará un cambio radical con la llegada de los nuevos dueños. «Poden empezar respectando aos cargos directivos e aos empregados, pero iso non quita para que os cambien pouco a pouco. Pasa en todas as empresas. Despois vas colocando a xente da túa confianza», vaticina Abalde. Y cree que quizá el celtismo, aunque ya temeroso de lo que viene, no es todavía consciente de las consecuencias que puede tener. «Se entran co 90 % poden cambiar os estatutos e non nos damos conta do que poden chegar a facer», advierte.

Y no entienden que se les vaya a dar la oportunidad de tomar las riendas y comandar el Celta a su antojo. «No encaja con el discurso de los últimos años de celtismo, de que nosotros, la afición, íbamos a tener siempre la última palabra en el club», dice Mariño. Y Abalde resume el sentir general: «Só se entendería se o clube estivese na ruina. Pero isto é un pelotazo. Lexitimar unha operación especulativa coma esta é non entender o que significa o Celta».

Una operación realizada «ás costas da afección»

Los motivos que llevaron a estos accionistas a adquirir sus títulos contrastan con lo que ahora perciben en Mouriño. Lo relata Argimiro Rodríguez, que se hizo con sus acciones con motivo de la crisis de los avales. «Aquelas persoas si que o fixemos por sentimento, co corazón. Había que salvar ao Celta e coido que daquela Mouriño non estaba. Eran 10.000 pesetas por cada unha e a moitos custounos moito pagalas, fixémolo con moito esforzo. Pero todos aqueles celtistas non existimos para o presidente. Connosco non contou para nada», reflexiona con tristeza.

A Santiago Mariño le hubiera gustado que el todavía máximo accionista hubiera planteado la situación en la junta. «Tendría que haber hablado claro y ofrecido alternativas. No ha dejado ninguna otra opción», dice. Y esa actitud no le encaja con lo que ha visto de él en este tiempo. «A la gente que en su día salvamos el club parece que nos quiere echar. Eso choca con una persona a la que ves siempre en Barreiro viendo a los infantiles. Parecía que quería al club».

Fran Santoro admite que su concepto de él ha cambiado. «Le defendía mucho. Ahora me pregunto si su objetivo no fue siempre hacer negocio y celtismo cero». La ambición y el dinero aparecen como las únicas soluciones que se les ocurren. Compatibles con el celtismo para algunos, pero no de la manera en la que ellos lo entienden. «Non discuto que sexa celtista, pero si que esa fose a súa única motivación. Seguro que non aparecía un comprador galego que pagase 120 millóns, pero igual si 20. E el recuperaba os seus cartos sen especular». Y recuerda Abalde que el Celta no es una empresa cualquiera. «Ten un valor engadido, unha cidade detrás e unha afección. Sen iso non recibiría as axudas públicas que recibe».

«No es que venda, es que miente»

Recuerdan también que preguntado en su día en la junta, Mouriño descartó la idea de vender a un fondo de inversión en el futuro. Y que hace nada reiteró que elegiría lo mejor para el club. «El cambio de opinión sobre el no viene tanto porque venda como porque nos mienta», dice Mariño. Y Argimiro aún se resiste a creerlo. «Paréceme tan surrealista que penso se non haberá volta atrás... Mouriño era alguén que dicía que o seu soño de neno era ser presidente do Celta. Non sabemos onde quedou ese soño».

Recordando la respuesta de los ejecutivos chinos en su visita a Vigo de que venían a buscar localizaciones para una película los pequeños accionistas bromean con que «a película si que é boa», en palabras de Mariño. «Contos chinos», replica García. Y ya de nuevo con el gesto serio que les genera esta situación recalcan que ellos jamás venderían. «Ni a los chinos ni a nadie», finaliza Pablo.

La peor forma de estropear una «gestión impecable» de diez años

Miguel Lorenzo destaca que hay que aplaudir a Mouriño por todo lo que ha conseguido en el último decenio. «Hasta hace dos días era un crack y no creo que haya dejado de serlo. Simplemente mostró un poco más cómo es y su interés por el negocio. Todo el mundo que mete dinero en algo es por negocio y eso no le resta méritos deportivos», valora. Hasta ahí todos están de acuerdo. Pero se sienten «engañados».

«Ha elegido una forma feísima de estropear una gestión impecable. No esperábamos este final», lamenta Mariño. Abalde también siente que el máximo mandatario del club no ha sido sincero. «Se chega e di que vén para meter cartos, intentar levantar o clube e vender, polo menos sei o que hai. Non foi así». Y rechazan una ampliación de capital que hace que pasen de tener «un cachiño dunha esquina do banderín de córner a nin unha brizna de céspede». Ellos que invirtieron «a fondo perdido, por amor ao clube e sentimento de pertenza» que ahora no ven en Mouriño.

Un silencio «incomprensible» que ha disparado la preocupación y la rumorología

Los aficionados entienden el secretismo que ha caracterizado a los responsables en cuestiones como los fichajes, pero no encuentran justificación en un caso de tal envergadura. «La bola crece y nadie la para, pasan los días y cada vez es peor», lamenta Mariño. Para Abalde «o único culpable de que a rumoroloxía medre é Mouriño, que podía parala no momento que quixese». Y Christian constata que «a opacidade non sorprende», si bien se vuelve «incomprensible» ante un asunto tan relevante para el futuro de la entidad.

Por más vueltas que le dan, no entienden «o escurantismo e a falta de transparencia en todo o que están facendo», en palabras de Argimiro. «Lo único que nos lleva a pensar todo esto es que quiso hacer negocio, llevarlo en secreto para que le saliera lo mejor posible y poco más», aprecia Mariño. No le perdonan que todo haya salido a la luz cuando estaba hecho. «Quédanos claro que levan moito tempo preparándoo na sombra».