Luz tras la oscuridad en la década de Mouriño

X.R. Castro

GRADA DE RÍO

RODRIGO OTERO

Un descenso, un lustro en el infierno y cinco años de crecimiento con el regreso a Europa, su bagaje

18 may 2016 . Actualizado a las 10:38 h.

Carlos Mouriño cumple diez años como presidente del Celta la próxima semana. En el 2006 le compró el paquete accionarial mayoritario a Horacio Gómez y heredó un equipo en UEFA pero lleno de deudas. Durante su primer lustro vivió el lado oscuro del fútbol, con un descenso y patinazos sonoros. Sin embargo, en los últimos cinco años el cambio ha sido radical.

En lo deportivo, volviendo a Primera y ahora a la Europa League, y sobre todo en lo económico. Este Celta ya no es una manzana podrida -como el propio presidente dijo antes de llevar al club al proceso concursal- sino una entidad saneada, que comienza a contar con patrimonio y con unos números perfectos para soñar con cuotas mayores.

Mouriño Atanes no lo ha tenido fácil en el Celta. Por sus propios fallos y por el peaje del pasado. Se encontró con un club grande, pero con los pies de barro. Con grandes jugadores (algunos ya en proceso de devaluación) pero con la caja descuartizada. En un primer momento el presidente no ayudó con sus decisiones, tan erráticas que acabaron con los huesos del histórico club en Segunda cuando el objetivo inicial según sus palabras era alcanzar un título. Una bomba de relojería de igual magnitud que su campaña Vigo 100 %, una idea que excluía a miles de celtistas del resto de Galicia.

Pero de los tres patinazos consecutivos aprendió. El punto de inflexión lo marca la salvación agónica del 2009 para evitar la caída a Segunda B -quizás el acabose- y la entrada del club en proceso concursal con una deuda de 69 millones.

El primer éxito de Mouriño fue en los despachos al lograr una quita del 85 % en la deuda ordinaria, lo que unido a la negociación con Hacienda, que se llevó 20 millones, permitió al club salir del concurso con 33 millones a pagar hasta el año 2020, un plazo que no llegará a completarse ya que la deuda cero está a la vuelta de la esquina. En estos momentos el Celta debe 700.000 euros a pagar en cuatro años y 8,1 adelantados por el presidente. Una cuestión menor teniendo en cuenta que solo el contrato de televisión del próximo curso reportará un mínimo de 53,2 millones.

Pero si a nivel económico Mouriño ha gestionado al Celta como una empresa, en lo deportivo los resultados comenzaron a llegar desde la irrupción de Paco Herrera. Primero un play off de ascenso, luego la vuelta a Primera, la agónica permanencia, dos años de crecimiento sostenidos y al fin, quizás antes de lo esperado, la vuelta a Europa.

Durante este tiempo el club ha mantenido una filosofía definida. Apuesta por el juego combinativo, por priorizar la cantera y no gastar más de lo que se puede generar. Por este camino el Celta llegó a reunir un once casi gallego en sus últimos años en Segunda fruto de la cantera y de la apuesta de los sucesivos entrenadores por los jugadores de casa. Ese momento mágico fue menguando de un modo progresivo desde la vuelta a Primera, aunque sería difícil encontrar a un equipo celeste con cuatro canteranos de media como ha sucedido esta temporada.

A nivel social, Mouriño ha pasado de los infiernos a pasear sus mejores índices de popularidad hoy en día. Fue mirado con recelo por una afición que en un momento le dio la espalda al equipo y a la entidad, pero esa travesía en el desierto y la apuesta por lo propio posibilitó también una regeneración profunda del celtismo, que ha vuelto, y muy renovado, a conectar con el equipo.

A nivel societario Mouriño ha pasado de asamblea convulsas, con el nacimiento del grupo alternativo liderado por los letrados de Diego Placente y con la reducción de capital que terminó en el juzgado, a vivir juntas convertidas en un paseo militar.

Más allá de las fronteras del Celta también se ha hecho un sitio entre los importantes, recibiendo el reconocimiento unánime de su gestión al frente del club. También ha cuidado los gestos y las relaciones con los demás clubes. Siempre con líneas rojas intocables (que se lo pregunten al Barça). Ahora le toca disfrutar.