Los golazos del Celta marcan la diferencia

Lorena García Calvo
LORENA GARCÍA CALVO LA VOZ / VIGO

GRADA DE RÍO

Miguel Ángel Polo | Efe

Un pase brutal de Orellana a Guidetti y la calidad de Hugo Mallo decidieron el curso del partido

21 mar 2016 . Actualizado a las 13:14 h.

Cuando el esfuerzo no es suficiente, la calidad es la que marca la diferencia. Se comprobó ayer en Mestalla, donde el Celta pasó por todas las fases posibles. Llevó el mando del partido, perdonó ocasiones, sufrió de lo lindo, y acabó ganando e incluso perdonando una goleada. Todo, en 90 minutos que sirvieron para asombrarse con la calidad de Fabián Orellana y Hugo Mallo, y para ver cómo el trabajo de Marcelo Díaz y Daniel Wass resulta determinante para su equipo. Cuando el danés desapareció, el Celta se resquebrajó y solo la corrección de la defensa y el incansable trabajo del chileno sostuvieron a los celestes.

Beauvue, el elegido

Sin Iago Aspas ni Radoja, la duda que se mantenía para Mestalla era por quién optaría Berizzo para el costado derecho del ataque. Y el entrenador eligió a Beauvue en detrimento de Théo Bongonda. El antillano vio así premiados los veinte minutos a enorme nivel que protagonizó ante la Real Sociedad, quedándose así el belga sin la recompensa al buen trabajo que realiza cada vez que el Toto le otorga su confianza. 

Demarcaciones alteradas

Hablar de demarcaciones en el Celta resulta muchas veces un mero discurso, puesto que a la hora de la verdad, una suerte de anarquía perfectamente organizada manda sobre el césped. Solo así se explica que el teórico mediocentro Wass ejerza de enganche, que Hugo Mallo, que sobre el papel domina la derecha, se asome con frecuencia al costado izquierdo, o que Beauvue se pasee por la banda contraria en busca de algún balón con peligro. Ese descontrol calculado resulta letal para los contrarios, que se enmarañan en las marcas, pero exige un nivel de concentración y un juego de memoria brutal. Es el coste del fútbol vistoso. Ayer, la gota que colmó el vaso fue cuando Planas ejerció, directamente, de interior, visto que la defensa estaba al completo.

Un primer acto de dominio

Si de algo presumió el Celta en la primera parte fue de estar perfectamente colocado sobre el terreno de juego. Tanto, que se llevó prácticamente todas las disputas y recuperó una enorme cantidad de balones amparado en un centro del campo en el que Marcelo Díaz resultó un imán. A base de recuperar balones, los vigueses pudieron asumir el control del partido y noquear a los de Neville durante un buen tramo del encuentro. Bien es cierto que en los minutos previos al descanso los valencianistas, viendo que podían hacer daño a la contra, dieron un paso al frente y achucharon a la tropa de Berizzo. Igual que en la segunda parte.

El factor Wass

La primera media hora del segundo tiempo fue un dolor para el Celta. Los valencianistas asumieron el control de la pelota, disfrutaron de ocasiones y acosaron una y otra vez a un rival desbordado. Y todo, por el bajón sufrido por Daniel Wass. El danés realizó un derroche físico inmenso en el primer acto que le pasó factura en el segundo. Bajó su rendimiento, se ancló más al centro del campo y perdió su magia. El Valencia lo aprovechó, y solo el encomiable esfuerzo de Marcelo Díaz -más allá de la perfección defensiva- fue capaz de sustentar a los celestes. En el momento en el que Wass volvió a carburar, el Celta recuperó sus constantes vitales. La «Wassdependencia».

Capacidad de sufrimiento

Si de algo hizo gala el Celta en Mestalla fue de capacidad de sufrimiento. Al contrario que otras tardes, en las que el más mínimo apretón acababa con un gol en contra, ayer el equipo destacó por su madurez a la hora de responder a los envites valencianistas. La defensa, otrora defenestrada, realizó un trabajo perfecto con Cabral y Sergio mostrando una concentración y una contundencia a la altura de Europa, y con los laterales realizando un trabajo letal. Tanto en tareas defensivas como a la hora de sumarse al ataque.

Cuestión de magia

Los grandes jugadores son los que marcan las diferencias cuando los partidos están atascados. Y eso hicieron ayer los célticos. El primer gol fue para nota. El pase de Nolito fue brillante y el taconazo de Orellana para Guidetti fue una auténtica delicia que solo los futbolistas con magia pueden sacarse de las botas. El sueco, con su séptimo gol en Liga, abrió el camino a la que pudo ser una remontada de no haber fallado lo imposible los celestes, que incluso podrían haber remontado el golaverage, ya puestos. La definición de Hugo Mallo en el segundo gol, además de mostrar la calidad del lateral, dejó claro que a fe nadie gana al de Marín. 

La jugada rara

Lo más extraño del partido de Valencia fueron, sin duda, los cambios de Berizzo. Decisiones arriesgadas que, sin embargo, resultaron premiadas. El técnico se saltó todas sus costumbres y optó por Pape como primer cambio en sustitución de Beauvue. Acumuló laterales sobre el campo con la entrada de Planas por Guidetti y reservó a Bongonda los últimos minutos, acostumbrado a ser el duodécimo jugador.