Vargas Llosa: «Si pudiera elegirlo, no aparecería en el '¡Hola!'»

La Voz SARA BANDERAS | DPA

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ANDREA COMAS | REuters

El escritor presenta su nueva novela, «Cinco esquinas», atacando a la prensa rosa de la que se ha convertido en el centro de atención por su noviazgo con Isabel Preysler

01 mar 2016 . Actualizado a las 18:03 h.

El peruano Mario Vargas Llosa convirtió este martes la presentación mundial de Cinco esquinas, su nueva novela, en un alegato contra el periodismo amarillista y, de paso, contra la prensa rosa, en la que él mismo tiene un lugar destacado desde que salió a la luz su relación con Isabel Preysler.

«Quiero mucho al periodismo, es una actividad que me entusiasma, y me apena mucho la deriva que ha llegado a tener en nuestro tiempo. En muchos casos se ha convertido en una forma de entretenimiento que no tiene límites, utiliza el escándalo y se basa en husmear en la basura humana», manifestó en la Casa de América de Madrid.

El Premio Nobel de Literatura, que el día 28 cumplirá 80 años, vuelve a las librerías con una novela ambientada en los últimos años de la dictadura de Alberto Fujimori, un régimen que supo utilizar como pocos a la prensa amarilla para intimidar, callar y castigar a los críticos, entre los que estaba él mismo.

Cinco esquinas (Alfaguara), que sale a la venta el jueves en España y América Latina, toma su nombre de un barrio limeño que ha seguido los vaivenes de la historia del Perú: barrio de clase alta, centro del criollismo en el siglo XX y actualmente zona marginal en la que opera la delincuencia común.

La novela aborda el chantaje a un ingeniero por parte de un diario amarillista, un asesinato organizado por el Gobierno y la aventura sexual de dos mujeres de la clase alta limeña a partir de una noche en la que el toque de queda las obliga a dormir en la misma cama.

«Cuenta una historia que al principio parece policial y luego se transforma en historia de implicaciones políticas en un contexto de gran inseguridad, mucha violencia», en palabras del autor. «Vemos los estragos que una dictadura causa incluso en experiencias que aparentan ser poco políticas, y cómo una dictadura que da sus últimas boqueadas crea un clima de inseguridad que provoca cambios tan profundos en las familias como el caso de estas dos señoras que viven una experiencia para la que jamás se prepararon», señaló.

La novela, sin embargo, no es política como lo fue Conversación en la catedral, advirtió. «Es una novela más social, la gravitación de la política en la vida privada». El escritor ha dejado todo el protagonismo a la historia: con una estructura tradicional, el cuidado que ha dedicado al lenguaje en la novela pasa precisamente por que este sea lo menos vistoso posible, para apreciar los hechos, las conductas y personajes desde una cierta invisibilidad formal.

La corrupción del periodismo en la forma del amarillismo atraviesa el libro. Recordaba el intelectual peruano cómo la dictadura de Fujimori la utilizó de manera deliberada, sistemática y eficaz. «Era una prensa que generalmente no se compraba ni se leía pero sí se veía colgada en los kioskos». A muchos críticos del régimen los asustó y los silenció destrozando su reputación.

No es cosa del pasado ese amarillismo peligroso. «Es uno de los graves problemas que tiene la cultura de nuestro tiempo. Todos los países tienen hoy un periodismo que es como una gangrena», opina.

Nada socava tanto el respeto a las instituciones, la ley, la libertad y la coexistencia en la diversidad como «un periodismo que delinque» y hace de las mentiras verdad, fruto de «una cultura en la que el entretenimiento ha pasado a ser el valor predominante».

Del amarillo saltó Vargas Llosa al rosa en el turno de preguntas de la prensa. No otorgó peligrosidad a ese color, pero sí incomodidad personal con él, ahora que por su relación con la exmujer de Julio Iglesias tiene fotógrafos apostados a la puerta de casa que le impiden salir tranquilamente a tomar café. «Si yo pudiera elegirlo, no aparecería en ¡Hola!. Me gustaría aparecer en las revistas literarias, que es mi mundo», dijo el escritor, a medio camino entre el lamento y la incomodidad.

«¿Qué tendría que hacer para no aparecer en ¡Hola! Si usted me da una receta, se lo agradecería», espetó al periodista que le preguntó si de enemigo de la revista en su ensayo La civilización del espectáculo (2012) se había convertido ahora en cómplice.

Contestaba así unas semanas después de haber concedido junto a Preysler una entrevista a esa publicación, la primera como pareja, que fue portada en febrero. «Este ha sido el año más feliz de mi vida», decía el Nobel en esa portada.