El nido de amor de Guillermo y Kate

AFP

GENTE

La pareja real ha elegido como residencia la isla de Anglesey, un trozo de tierra perdido en el extremo del norte de Gales.

04 abr 2011 . Actualizado a las 22:53 h.

Con una población de 68.000 habitantes y otras tantas ovejas, la isla de Anglesey, un trozo de tierra perdido en el extremo norte de Gales, sueña con la fama internacional desde que el príncipe Guillermo y Kate Middleton la eligieron como nido de amor.

La isla sólo podía ofrecer hasta ahora a los turistas sus brezos salvajes golpeados por el gélido viento del mar de Irlanda, sus 200 metros de costas recortadas y el nombre de pueblo más largo del Reino Unido: «Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch».

Pero «Ynis Môn» (el nombre de la isla en galés) se hizo célebre de la noche a la mañana cuando el príncipe Guillermo y su prometida la eligieron para vivir después de su boda el 29 de abril. El príncipe, piloto de búsqueda y rescate, está destinado en una base de la Royal Air Force (RAF) local desde finales de 2010, y trajo con él numerosos periodistas y turistas.

«¡Es una locura!», dice David Robertson, propietario del Ye Olde Bulls Head Inn, en Beaumaris. Hace tiempo que ha dejado de contar a los periodistas que han desfilado por su pub-hotel, situado en la entrada de la isla. «CNN, NBC, ABC, los japoneses, los autralianos...», enumera.

«Somos el centro de todas las miradas», confirma a la AFP Jane Blakey, presidenta de la Asociación de Turismo de Anglesey (ATA). La llegada del príncipe incrementó el número de turistas en «más de 20%», calcula.

James Stevenson, responsable de Adventure Elements, una empresa especializada en actividades náuticas, ha notado un aumento «del 30%» del número de visitantes en su página de internet. «Esto nos ha puesto en el mapa del turismo mundial», subraya satisfecho.

«Ahora somos una isla real», dice encantado Selwyn Williams, presidente del consejo local de Anglesey, que espera un impulso para el sector turístico, el «segundo mayor empleador de la isla».

Este filón suscita apetitos y se especula ya con una próxima «excursión real» que llevaría a japoneses, australianos y europeos a los lugares que supuestamente frecuenta la pareja. «Es una buena idea», señala Selwyn Williams.

No todo el mundo piensa lo mismo. «No explotamos a la gente aquí», responde Jane Blakey. «La venida del príncipe es un regalo para la isla. Se lo devolvemos respetando su vida privada», añade.

El príncipe Guillermo no puede estar más satisfecho: «Nos dejan tranquilos. Está bien», dijo el viernes antes de recibir a su abuela, la reina Isabel II, en la base de la RAF de Valley.

La ley del silencio parece, en efecto, prevalecer en la isla. «Sin comentarios», responde Adrienne Owen, gerente del pub «White Eagle», cuando se le pregunta si el príncipe y Kate figuran entre sus parroquianos.

En el recorrido de las decenas de periodistas que siguen los pasos del príncipe Guillermo figura también la caravana «The Flaming Grill», instalada en un aparcamiento a dos pasos de su base.

«Vino hace un año», dice orgullosa la propietaria, Alison Williams, sudando entre sus planchas de bocadillos y los recipientes de agua caliente llenos de salchichas de fráncfort.

Al salir de uno de sus entrenamientos en la base, el príncipe piloto «se llevó un plato de huevos con jamón», a 2,20 libras (3,5 dólares, 2,5 euros), recuerda, antes de interrumpir la conversación diciendo estar «harta de los periodistas». «De todos modos no lo reconocí», agrega. «Me dí cuenta después».