Con patrimonio y sin matrimonio

Beatriz Manjón

GENTE

11 abr 2008 . Actualizado a las 19:51 h.

Hay quien cree que es libre porque come tirado en el sofá con guarnición de tele, hay quien cree que es libre porque no tiene que dar explicaciones, hay quien cree que es libre porque si yerra nadie le dirá que se está equivocando. Hay quien renuncia a sus sueños porque quien le atiborra a mediodía con el ruido de las noticias, quien desdibuja interrogantes, quien nunca recrimina su comportamiento le exige, a cambio de tanta comprensión, un sobresueldo de realidad. Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.

Para algunos hombres vivir sin normas es no tener que dar nunca el sí quiero, probablemente porque conciben el matrimonio como lo hace Montaigne, como una jaula donde se ve a los pájaros desesperados por entrar, y a los que están dentro igualmente desesperados por salir. Este parece ser el caso de George Clooney, ese actor con el que tantas mujeres se sintieron identificadas cuando anunció a bombo y bellota que compartía cama con un cerdo. Ahora que Max ya no es mad y está en el cielo de los pata negra, Clooney se ha echado una compañera que también está jamón jamón, Sarah Larson, a la que conoció hace casi un año en una fiesta en la que ella trabajaba de camarera. No sabemos si ciertos rumores sobre el pasado como estríper de la chica o una misteriosa llamada instando al actor a dejar, y cito literalmente, «a esa bruja antes de que tengas que lamentarte» tienen algo que ver con que, de momento, el actor prefiera seguir acumulando patrimonio a pensar en matrimonio. Alguien sentenció que, si uno es un conjunto de bienes, el otro lo es de males.

Sin experiencia religiosa, ni civil, del matrimonio sigue Enrique Iglesias, que ha pasado de estirar los puños de sus jerséis a estirar su carrera musical con un disco recopilatorio. Y para promocionarlo nada mejor que jugar a ser travieso y confesarnos que ahora encuentra la inspiración en la revista Play Boy. Y es que Enrique parece haber heredado el gusto por el universo femenino del que hacía gala su padre entre «hey» y «hey», aunque al chiquillo le pese la educación de mamá Preysler y confiese pecar solo de pensamiento. Vamos, que por muchos sets que se pierda, Kournikova seguirá ganando el partido.