Del «estilo artesano» al «de origen vegetal»: por qué hacer la compra se ha convertido en una carrera de obstáculos

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Oscar Vazquez

Ni lo natural tiene por qué ser más sano ni hay que rechazar de plano los conservantes. Te ayudamos a identificar los mensajes más tramposos de los productos que comemos en el día a día

18 oct 2022 . Actualizado a las 10:34 h.

Más allá de que el Red Bull no da alas (por lo que, por cierto, fue denunciado en el 2014 por un consumidor que llevaba años tomando esta bebida energética sin obtener beneficio alguno), hay numerosos productos en el mercado que prometen lo que no son capaces de cumplir. Bien porque las compañías crean axiomas imposibles de evidenciar o porque las estrategias de márketing van generando necesidades impostadas. Inmersos en este pastiche, no está de más separar el grano de la paja y poner la lupa en esos reclamos publicitarios con los que convivimos y que, la mayoría de las veces, no significan nada.

Uno de los casos más evidentes es el del clásico «De origen vegetal». La gran mayoría de productos que incluyen esta coletilla no la requieren, pues, per se, se sabe que lo son. Un caldo de verduras, un zumo de frutas o una menestra se sobreentiende que son vegetales, y sin embargo este apellido les da un plus que el consumidor asocia con un chute de salud. Ocurre algo parecido con el «de origen natural», indiscutiblemente asociado a productos buenos para la salud y de calidad. Pero ¿qué significa que algo es natural? ¿que no lleva conservantes? ¿que solo incluye alimentos sin procesar? En el mercado encontramos, por ejemplo, purés de patatas que incluyen este reclamo y que, aunque sí es cierto que presentan una cantidad del 99 % del tubérculo, cuentan en su composición con estabilizantes y emulgentes, que distan de ser dos ingredientes que el ciudadano de a pie consideraría naturales. Ocurre lo mismo con concentrados de pollo, que también aseguran ser 100 % naturales y cuentan con «aroma de pollo» o «fibra vegetal».

Que al adjetivo 'natural' se le atribuyan bondades puede generar otro tipo de confusiones al consumidor. Lo explica bien este artículo de Cultura científica. Muchas veces, al encontrar en la lista de ingredientes compuestos desconocidos, se tiende a pensar automáticamente en que son perjudiciales para la salud. Es el caso de aditivos como el antioxidante E-300. Se trata de la nomenclatura que hace referencia al ácido ascórbico, que no es otra cosa que vitamina C, y suele usarse como antioxidante en productos manufacturados. Lo más llamativo es que el paradigma de la salubridad en materia alimentaria tiene cantidad de conservantes: la manzana. Así, se sobreentiende que todos esos productos que aseguran estar «libres de conservantes», tampoco tienen por qué ser necesariamente mejores.

Hay dos filones que están haciendo de oro a multitud de marcas a costa de la confusión del consumidor. Por un lado está la moda del gluten free. Desde que los celíacos comenzasen a demandar, hace varios años, más variedad de productos para poder llevar una dieta equilibrada, infinidad de empresas se sumaron a la ola, capitaneada por gurús de la alimentación como Carlos Ríos o Futurlife, del culto a la buena alimentación para liar al ciudadano. Así empezaron a proliferar productos, que jamás tuvieron gluten, como libres de esta sustancia, generando la sensación de que son mejores para la población en general. Ni los frutos secos, ni la miel ni los aceites ni los zumos tienen en su composición original gluten. Solo hace falta pasear por el supermercado para entender este gato por liebre.

Con lo 'bio' y lo ecológico ocurre en cierto modo lo mismo. Se ha creado en el consumidor la necesidad de pasarse a este tipo de alimentación (con productos más caros) de una manera sibilina, sin que este llegue a entender del todo en qué se diferencian de sus homólogos sin esta garantía. Los estudios confirman que no son alimentos más sabrosos, y tampoco más sanos. Lo que sí es cierto es que puede ser una elección más sostenible, aunque esto debe cogerse con pinzas. ¿Es más congruente con una conciencia medioambiental activa comprar kiwis ecológicos de Nueva Zelanda?

El amplio mundo del pan de molde tiene miga. Desde que los términos 'rústico' y 'artesano' se pusieron de moda, no hay apenas marca que no tenga su variedad en el mercado. La OCU denunció hace unos años que Bimbo vendía como 'artesano' un pan que incluye 17 ingredientes, de los cuales diez son aditivos. Para que un pan se tilde de artesano, es manifiesto que debería parecerse al que podemos encontrar en un obrador: con materias primas naturales, fermentaciones largas y sin químicos.

Vamos ahora con otra frase que es ya una plaga en los lineales de los supermercados: el 'estilo casero'. La vuelta a la tradición, a la comida de casa, a los sabores primarios, han hecho que todo lo que apele a estas reminiscencias triunfe, independientemente de la lista de ingredientes o su elaboración, muchas veces controvertida. Entre los añadidos, por ejemplo, del sofrito que vemos en la imagen inferior, encontramos almidón modificado de maíz, potenciador del sabor y aroma.

El caso de Royal también es llamativo, invitando al consumidor a preparar un bizcocho casero con un preparado en polvo. Cuesta hallar el paralelismo. Pero además, la lista de ingredientes incluye gasificantes, maltodextrina, estabilizantes y aromas.

Podría decirse que fue la compañía Starlux la que inventó, o al menos generalizó, el uso de las medias verdades en sus productos. Anunciando que la crema de cacao de Nocilla dejaba de llevar aceite de palma se hicieron un win-win redondo. Primero, porque dieron una imagen comprometida al lanzar un comunicado cuando la marca cumplió 50 años reformulando la receta tradicional, en la que sustituían el aceite de palma por aceite de girasol alto oleico (nutricionalmente más parecido al de oliva). Segundo porque dejaron así en evidencia a la competencia y, tercero, porque sembraron el caos en todas aquellas compañías (y no son pocas) que tienen como ingrediente fundamental este componente, poniendo así el foco en sus nulos beneficios. Esta jugada maestra sacó de la ecuación el hecho de que la Nocilla sigue llevando una generosa cantidad de grasas, azúcares y calorías.