La difícil tarea de hacer que Galicia pase de beber cerveza a ser una comunidad cervecera

En la última década un grupo de nuevas cervezas ha llamado la atención de los consumidores que buscan explorar sabores alternativos, a la vez que constituyen un sello de identidad gallego. Se trata de la cerveza artesanal, un fermentado elaborado a pequeña escala, sin aditivos ni conservantes y con maltas ecológicas. 

«La diferencia fundamental con las tradicionales es que utilizamos ingredientes nobles, de mayor calidad, sin enzimas ni coadyuvantes químicos. Además, mantenemos al cien por cien el método tradicional y no filtramos. Por lo tanto, la levadura continúa estando presente y aporta diferentes cualidades. Tampoco pasteurizamos y así conservamos todas las propiedades de esta bebida», explica Marta Galán, al frente de la marca gallega AleAlé. 

Pese al creciente interés, Galán cree que la cerveza artesanal todavía es una gran desconocida en la comunidad. «Al igual que las variedades de vino, con el mundo de la cerveza pasa lo mismo», comenta explicando que las marcas industriales siguen siendo la mayoría. Aunque, si algo no se puede negar, es el arraigo que existe en nuestra cultura. Según el último informe de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura del 2021, los españoles consumen unos 21,85 litros al año. 

«Tenemos una buena acogida por parte de un público que conoce nuestro producto y lo consume de forma habitual», expresa la responsable de AleAlé, quien también tiene intenciones de abrir un nuevo local en A Coruña para fomentar la bebida. 

La cerveza artesana es cosa de mujeres

Olga Suárez

Por otra parte, y con el objetivo de difundir la cultura cervecera en Galicia surgió, hace un año, la Asociación de Cervexeiros Independentes Galegos Artesáns (Aciga), una organización que agrupa a trece pequeñas empresas de la región. Arberte Fernández, su presidente, reconoce que pese a los avances obtenidos, el crecimiento es lento en este sector: «Galicia es una sociedad muy conservadora y el vino tiene mayor implantación que la cerveza artesana». 

Una de las actuales pretensiones de Aciga es que su producto obtenga, próximamente, el sello Artesanía Alimentaria, una iniciativa de la Xunta que motiva a que los pequeños productores mantengan la elaboración artesanal, a la vez que visualiza entre los consumidores qué productos han cumplido con los requisitos de marca casera. Esta depende directamente del buen hacer de un artesano que cuide la materia prima y los procesos de elaboración.

Aunque es más cara que la industrial, Alberte Fernández, que a su vez es dueño de la empresa familiar Menduiña (Cangas do Morrazo),  indica que existe un perfil claro de consumidor habitual. Aquellos que tienen entre 30 y 50 años. «A los mayores les resulta difícil acostumbrar el paladar a otros sabores y aromas», explica. 

Si bien estos productos buscan conservar el sabor propio de un fermentado, algunos siguen prefiriendo lo industrial. «Hay gente que le gusta la pizza de supermercado y a otros, la casera», señala Marcos Martínez, gerente junto con su esposa de Aguas Santas, una marca lucense que en los últimos años ha puesto en valor estas propuestas en la zona. «En Galicia hay una cultura de beber cerveza, pero no cervecera, por eso nos ha sido difícil introducirnos en el mercado», afirma.  

Eso sí, continúa: «Una vez que prueban nuestros productos dicen: “Esto ya es otra cosa”». En la actualidad, tienen partidas de cervezas limitadas, «creaciones únicas en el tiempo», así como otras fijas y siempre disponibles.

Las virtudes continúan. Martínez apunta que uno de los valores de este tipo de productos, a diferencia de las industriales, es su variedad, además del impulso que aportan al desarrollo local. «Estamos en los pueblos, lo cual ayuda a su economía y a la de las ciudades», destaca el propietario. 

 

¿Cuánto vino y cerveza hay que tomar para obtener sus beneficios?

L. G. V.

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