
La reduflación es una vieja conocida del márketing que encuentra el caldo de cultivo perfecto en el escenario económico actual. Estos son los yogures, macarrones y chocolates que te salen más caros y no te das cuenta
06 abr 2022 . Actualizado a las 20:33 h.El márketing es especialmente valioso cuando el renglón se tuerce. Y el escenario actual, para la industria alimentaria, es un cóctel al que no le faltan ingredientes para que las compañías se pongan a temblar. Es por eso que desde hace años, y concretamente en los últimos meses, muchas empresas se han sumado al carro de una técnica tan legal como cuestionable llamada reduflación (traducción del original en inglés shrinkflation). Como se explica en este artículo, se trata de un fenómeno que consiste en reducir la cantidad de producto de los envases manteniendo el precio o, incluso, subiéndolo unos céntimos. Al mantener un coste similar al que el consumidor tiene en la cabeza, pocas veces este se da cuenta de que le están dando gato por liebre, sobre todo si lo compara con homólogos que sí han disparado su valor.
American Airlines fue de las primeras compañías en descubrir cuantísimo beneficio podía obtener sin apenas perjudicar a sus clientes. Fue a finales de los años 80, cuando decidieron quitar una aceituna de cada plato de ensalada que servían a sus pasajeros de primera clase. Evitaron un despilfarro de 40.000 dólares y todos tan contentos.
El germen de la reduflación vivió su punto álgido en el Reino Unido coincidiendo con el estallido del brexit. Era 2016 y los consumidores británicos empezaron a percibir que Toblerone había cambiado la forma de su chocolatina, aumentando el espacio entre las pirámides y, en conclusión, ofreciendo menos cantidad de chocolate a sus adeptos. Las quejas en las redes sociales no se hicieron esperar y la compañía suiza tuvo que lanzar un comunicado en el cual se mencionaba el debilitamiento de la libra frente al euro como principal culpable de esta argucia, que supuso que el chocolate, por el mismo precio, pasase de pesar 170 gramos a 150 gramos.
Fruto de la presión se vieron obligados a confesar, pero otros, como explica la experta en márketing Jéssica Bardanca, se adelantan a las críticas y dan la cara: «Doritos anunció hace unos meses que sus bolsas empezarían a llevar cinco nachos menos; precisamente porque no es obligatorio hacerlo me parece que es honesto por parte de la marca, y precisamente porque no es obligatorio, no todas lo hacen». En el caso de la compañía de snacks, dependiente del grupo Pepsi, achacaron esta decisión a las consecuencias negativas que había supuesto la pandemia para su entidad.
El suma y sigue de productos que sufren reduflación es, como poco, llamativo. Según la OCU estos son otros productos de consumo diario que llevan menos cantidad que antes pero que cuestan lo mismo o más:
- Cola-Cao: 40 gramos menos
- Merluza Pescanova: 40 gramos menos
- Yogures Activia de Danone: 5 gramos menos
- Mantequilla Tulipán: 50 gramos menos
- Espagueti y macarrones Pastas Gallo: 50 gramos menos
Como explica Beatriz Pereira, cuya carrera profesional se ha centrado en la investigación de mercados y el márketing, en ocasiones son los propios consumidores los que, en cierto modo, provocarían las subidas de precio que luego provocan tantos lamentos. Sin que el peso de la culpa caiga sobre el ciudadano, lo cierto es que las empresas aprovechan el miedo al desabastecimiento, ocurrió hace unas semanas con el aceite de girasol, para hacer de las suyas.
«Cuando el mundo nos pone al límite, y el contexto de una guerra es el auténtico reflejo de esto, tenemos una necesidad de seguridad que se acentúa con actos extraños, como comprar aceite de girasol cuando nunca lo hemos consumido. Si sabemos que hay escasez nos lanzamos a por ese producto como método de protección o de imitación si vemos que el de al lado lo compra; así acentuamos esta rueda y provocamos que las compañías inflen los precios porque saben que el miedo nos hará comprarlo igual».
El hecho de ver las baldas vacías también provoca desasosiego en el consumidor porque, en el mundo occidental capitalista, esto nunca sucede. «Ocurrió con el papel higiénico en la pandemia, nos decían que no había problemas de suministro, pero comprábamos toneladas de papel simplemente porque no lo veíamos en las estanterías, pero pocas veces tuvimos en cuenta que, por su tamaño, desaparecen antes que si fuesen, por ejemplo, botes de especias». Por otro lado, Pereira comenta que estamos en un momento de caos que beneficia a las marcas que utilizan la psicología de consumo para acercarse a esos perfiles que tienden a hacer acopios, que suelen ser «personas inseguras o al contrario, totalmente controladoras». El precio muchas veces pasa en este momento a un segundo plano en pro de la seguridad de tenerlo todo dominado.

¿Puede una familia comer bien por 5 euros al día?
El incremento de precios que asume el ciudadano nada más poner un pie en la calle, o mismamente al llegar a casa y encender la calefacción, entró las dos últimas semanas de marzo en una espiral sin precedentes. La guerra de Ucrania y su efecto dominó está dejando temblando las cuentas de muchos gallegos, que hacen encaje de bolillos para asumir, con el menor perjuicio, que el coste de la vida se ha disparado.
Hacer la compra se ha convertido en un deporte de riesgo. No todos los supermercados han trasladado del mismo modo la inflación a sus clientes, ni todos los productos han subido su valor del mismo modo. Por eso, en esta complicadísima coyuntura, no está de más una ayuda para que los menús semanales sean lo más económicos posibles sin por ello renunciar a una alimentación saludable. Una nutricionista, un pescadero y un chef demuestran que, pese a todo, es posible configurar platos de entre 2 y 10 euros para tres y cuatro personas.